Hemos pasado la cincuentena del confinamiento por el susodicho bicho. Aunque se está viendo la luz al túnel, sin lugar a dudas está resultando triste y pavoroso. Se nos están yendo una de las generaciones que levantaron nuestra sociedad, con trabajo y esfuerzo, con aguante y dignidad, de una manera paciente y activa, sacando a flote a la familia en tiempos de penuria, hacinamiento y racionamiento. Han vivido la guerra civil (1936-1939), la II Guerra Mundial (1939-1945) y esta última del coronavirus (2020). No podemos aceptar la cultura del descarte de los malheridos y vulnerables que son nuestras abuelas y abuelos. Qué buenos los aplausos por toda la gente entregada para los demás y sobre todo ser prójimos de la llamada cuarta edad, de los de más de 80 años. La mayoría de ellas y ellos han vivido entre guerras crueles. Es fundamental ganar la batalla a la soledad, al miedo, al abandono y hasta el adiós sin despedida. Sin lugar a dudas, todas las guerras se pierden. Seguiremos con el esfuerzo y el trabajo solidario, impulsando una política más social. No podemos quedarnos ni ahora ni después de brazos caídos. No es momento de melancolías, sino de seguir adelante, remando juntos, arreglando entuertos y no perdiendo la esperanza en la construcción de una sociedad más justa, solidaria y respetuosa con la naturaleza. .