Si las decisiones políticas que se tomasen se vieran negro sobre blanco sin saber quién las propone, mucha derechona nostálgica del franquismo, con la que su familia pudiera haberse enriquecido apoyando el golpe de estado del 36, y de ETA, por el rédito electoral que le proporcionaba, se sorprendería de lo comunistas que son, porque serían proposiciones de sentido común. Qué patético, peligroso y falaz es, en boca de esas personas, definir a todo lo que no comulgan con su ideología ultra, como comunista, algo que bien saben que no es cierto, pero que alarma a los más ignorantes, mansos y desinformados de la sociedad. Y así como hace 84 años para atemorizar a esa parte de la sociedad se endemoniaba a los comunistas diciendo vehementemente que tenían rabo, ahora, como esas cosas ya no tendrían calado y serían ridícula sobre todo gracias a las redes sociales y a la hemeroteca, utilizan la perversa y maquiavélica mentira de ¡que vienen los comunistas! cuando lo que realmente se pretende que venga es un soplo de justicia progresista, que sea beneficioso para la mayoría de la sociedad, y no solo para los cuatreros golpistas (a los que no se les puede recordar sus orígenes ya que resulta que ahora tienen una piel extrafina) que se enriquecieron ilícitamente en el pasado y que no contribuyen con lo que les corresponde en el presente.