Cuentan que María Morena era una tabernera en el Madrid de los Austrias, siglo XVI, allá por la parte de la Cava Baja. Regentaba el bar con su marido Alonso de Zayas y, dicen, era de armas tomar. Al parecer, se negó en una ocasión a servir a unos soldados cierto vino que tenía reservado a los palaciegos, motivo por el cual se creó una enorme trifulca. De ahí debe de venir eso de armarse la marimorena, que es lo que ha sucedido tras el acuerdo entre Junts y el Gobierno español en torno al reparto de menores migrantes.

En un impúdico ejercicio de manipulación, ha pretendido la derecha carpetovetónica hacernos creer que la asignación de los citados menores a las comunidades autónomas comenzaba anteayer con el marcador a cero, como si durante los últimos años no hubieran sido atendidos millares de jóvenes migrantes. Eso sí, de una manera tan descompensada que ahora se pretende, lógicamente, equilibrar. No es menos cierto que la torpeza con la que se comunicó el acuerdo ha allanado el camino para que, como siempre, los fulleros de siempre esparzan su mierda de siempre, pero fijémonos en la luna y no en el dedo que la señala.

Nos equivocamos si pensamos que esto va (solo) de derechas y de izquierdas. Fijémonos, por ejemplo, en lo que sucede en el feudo socialista de Fuenlabrada con esta cuestión o, aquí más cerca, en Sopuerta. Tampoco es el de los menores migrantes el único asunto que nos solivianta cuando nos enteramos de que nos toca cerca. Centros de tratamientos de residuos, centros de rehabilitación de adicciones, tanatorios, canteras, instalaciones de energías renovables, promociones de viviendas y un largo etcétera: todo muy necesario, pero cuanto más lejos, mejor. Nos encontramos ante un fenómeno bautizado en inglés con el acrónimo NIMBY (no en mi patio trasero) y ha sido transmutado al español como SPAN (Sí, Pero Aquí No). Siendo las citadas problemáticas de gran calado, sería de agradecer que muchos políticos dejaran de actuar al estilo de María Morena.