Debemos reconocerle al PNV que sus procesos internos de renovación despiertan habitualmente un considerable interés entre la gente que sigue –aunque sea un poco– la actualidad política. En efecto, son días estos en los que se conocen las votaciones de los batzokis y hasta detalles más morbosos –y políticamente interesantes– como quién ha presentado el nombre de tal o cual persona en su asamblea local. Seguramente esta circunstancia incomodará a muchos jelkides, que preferirían que la afiliación fuera más celosa de la privacidad del partido y no se difundieran los resultados al poco tiempo de cerrar los escrutinios, pero lo cierto es que así ha sucedido durante décadas.

En realidad, resulta estéril ponerle puertas al campo. Desconocemos si el partido tiene previstas modificaciones en el sistema de elección de sus burukides de cara al futuro –alguna propuesta ya la hemos conocido hace varios meses de la mano de exdirigentes guipuzcoanos– pero si decidiera seguir con el actual, no existiría mejor manera para evitar los lógicos cabreos de la militancia que conoce la información por medio de filtraciones interesadas, que fuera el propio partido quien facilitara pública y puntualmente la información. Total, si ya se va a saber, hagámoslo nosotros oficialmente.

Estamos seguros de que también ahora existirán las habituales quejas internas sobre el funcionamiento del proceso; por ejemplo, las maniobras de los aparatos. Pero, a pesar de tal inconveniente –y de la escasa participación, mal extendido a todos los partidos– tengo para mí que, a día de hoy, es el PNV el partido que más transparencia exhibe en sus procesos internos, el partido cuya militancia más capacidad tiene para provocar brisas, ventoleras y vendavales. Y eso es bueno para ellos, aunque la gente de dentro a veces se aflija. Uno siempre prefiere la frescura a la opacidad; la espontaneidad a la obediencia ciega. Seguiremos atentos a este interesante proceso, ya habrá tiempo para comentar su resultado.