Hubo un tiempo en el que sectores de Iparralde consideraban como una claudicación la reclamación de un departamento vasco. Recuerda uno conversaciones con Piarres Xarritton y Manex Pagola en las que lamentaban ser destinatarios de tamaña acusación. Afortunadamente, el realismo terminó por imponerse y la citada reivindicación se volvió (casi) universal en el mundo abertzale. Es más, un sano ejercicio de posibilismo les llevó incluso a aceptar la actual Mancomunidad como institución que les representa, celebrando como gran victoria su constitución en 2017. Por cierto, aquellos (no tan) lejanos tiempos eran los mismos en los que en Hegoalde agitaban a quienes renunciaban a participar en el nuevo Parlamento Vasco y trataban también con desdén a otros nuevos instrumentos de autogobierno como el Estatuto de Gernika y el Concierto Económico.
Aunque con las lógicas disputas internas, la institución avanza bajo la presidencia del alcalde de Baiona, Jean-René Etchegaray. Cuenta con una creciente presencia de la izquierda abertzale, congregada en el grupo Bil Gaiten, pero también el jelkide Peio Etxeleku ha conseguido reunir –y liderar– en su corriente Elkarrekin Herriarentzat a numerosos cargos electos. El panorama político está interesante y queda por ver si la reciente alianza de EH Bai con las izquierdas francesas más o menos jacobinas en el Nuevo Frente Popular tiene su continuidad en esta Mancomunidad y así se conforma una nueva mayoría.
En este contexto, debemos saludar con optimismo la reciente reunión entre el lehendakari Imanol Pradales y Etchegaray, aunque también en esta ocasión han asomado los que todo les parece mal. Aceptando las limitaciones, hay un camino institucional que se debe recorrer. Pero también es hora de que la ciudadanía salga ya de su letargo. Por lo menos esa ciudadanía de Hegoalde que se dice abertzale, pero que en el fondo está más interesada en lo que pasa en la gaditana finca Cantora de Isabel Pantoja que en las labortanas tierras de Marienia, en Kanbo.