Anda el patio político revuelto tras conocerse que el Juzgado de Azpeitia ha sobreseído provisionalmente el llamado caso Bidegi, emprendido en su día por la Diputación gobernada por EH Bildu contra los anteriores dirigentes de la institución. La verdad es que poco extraña tal decisión, sobre todo sabiendo en qué contexto se produjo la traca final de la causa –en pleno ambiente preelectoral– y la indisimulada sobreactuación que exhibieron los acusadores, con cantidades ingentes de metros cúbicos de tierra y de millones de euros puestos a bailar a la ligera en apariciones públicas propias y aliadas.

No es uno sospechoso de parcialidad en la cuestión: en un artículo de octubre de 2017 también critiqué pareja embestida que, tal vez a modo de revancha, emprendieron los entonces (y ahora) regidores del Gobierno foral contra los anteriores responsables de EH Bildu a raíz de su gestión de residuos en el consorcio GHK. Advertíamos en ambas ocasiones que, si bien es muy legítimo –muchas veces también necesario– acudir a la justicia para dilucidar supuestas malas prácticas en la administración de la cosa pública, tal proceder se estaba extendiendo de manera exagerada en las batallas políticas entre los partidos políticos, logrando de este modo sustituirlas.

Se trata, en definitiva, del gatillo fácil. De buscar titulares impactantes y revuelos sociales a base de denuncias y querellas, sin que importe demasiado el resultado final, que siempre llega tarde, demasiado tarde; cuando el daño resulta a veces irreversible. No puede uno olvidar verdaderos calvarios sufridos por representantes políticos –sobre todo exalcaldes–, puestos en la picota a modo de vendetta infumable. Solo el llamado mundo rosa, el famoseo, supera a la política en este desenfreno judicial. Y es que les ha dado por acudir a la justicia con la misma facilidad con la que otros vamos de txikiteo. Sucede que la política es cosa más seria.