Han proyectado en el Festival de Cannes una copia restaurada de Tasio, la obra de Montxo Armendáriz estrenada en 1984 que supuso su debut como director de la mano de Elías Querejeta y el inicio de una de las carreras como director de cine más honestas y brillantes de las últimas décadas. Recuerdo ir a verla con mi tía Marisol en los aún abiertos cines Golem de Pamplona, cuando el cine era un acontecimiento en sí mismo y no tenía rival en los dos canales de RTVE que emitían por televisión en aquel momento. La he vuelto a ver alguna vez cuando la pasaban por televisión, pero no es lo mismo, así que tampoco sé si restaurada ganará o perderá, si la bella historia del carbonero de un pueblo de Navarra seguirá ejerciendo el mismo efecto que hace 40 años o la acumulación de 40 años de experiencias en nuestro interior hará que la veamos con otros ojos. Es posible que así sea. Dice Armendáriz que si la volviese a rodar la haría de otra manera, lo cual no sé si es una crítica a lo que hizo o simplemente la asunción de que el tiempo pasa y que le ve fallos o dinámicas que tras muchas películas y mucho oficio le harían cambiar determinados aspectos. A mí me gusta como está, la verdad, como todas las películas, libros, canciones y obras terminadas que me han gustado a lo largo de mi vida, que no soy capaz de imaginármelas de otro modo que tal y cómo las conocí por primera vez. En eso soy muy poco aventurero o innovador, me parecería un espanto que el Like a Rolling Stone no comenzara con un golpe de batería, que cualquier otra chica ocupara el lugar de Amaia Merino en Tasio o que la banda sonora de El Golpe fuera diferente. ¿Para qué vas a retocar lo que uno cree que es perfecto? ¿O se cree que es perfecto simplemente porque lo conociste ya así? No lo sé, pero me alegro egoístamente de que Armendáriz no pueda volver a rodarla. Si nos cambian los recuerdos, ¿qué hacemos con ellos?