Hoy, 5 de diciembre, Día Internacional del Voluntariado, desde Caritas queremos agradecer la dedicación de ese 17% de la población vasca que, según los últimos estudios sobre participación social y voluntariado, ha realizado o realiza una labor voluntaria en organizaciones del Tercer Sector. Esta cifra habla de una solidaridad organizada, reconocida socialmente e integrada en la vida institucional de Euskadi.

Hoy también puede ser un buen día para poner sobre la mesa uno de los retos que ese mismo dato revela: su homogeneidad. Cuando nos acercamos a los perfiles de ese 17%, vemos que la edad, el género, el nivel formativo, la situación socioeconómica e incluso el origen de las personas que conforman ese voluntariado tienden a ser muy similares. Esta fotografía sugiere un límite: una representatividad limitada y una brecha de participación, en la que determinados grupos sociales apenas tienen a su alcance el voluntariado organizado.

A partir de esta radiografía, parece razonable admitir que el voluntariado necesita una puesta al día en clave social y democrática: revisar a fondo qué política pública la impulsa, qué propuesta social y solidaria se está poniendo sobre la mesa, qué filtros formales e informales operan en los canales de acceso, quién y cómo diseña las funciones y tareas, y qué lugar ocupa el voluntariado en los espacios de decisión y liderazgo de las organizaciones.

En el fondo de todas estas cuestiones late otra constatación, subrayada también por los estudios estatales de acción voluntaria: existe un voluntariado potencial –personas proclives a participar– que no llega a encontrar su lugar en los cauces organizados. Esa energía social no canalizada refuerza la perspectiva de que hay algo en nuestras propuestas, nuestros modelos, en nuestros tiempos, en nuestras formas de convocar y acompañar, que no termina de abrirse a la diversidad de vidas y trayectorias de la sociedad actual.

Ante este reto, tanto las entidades solidarias como las políticas públicas de participación tenemos la responsabilidad de construir estrategias más valientes, inclusivas y proactivas para que cualquier persona que quiera ser voluntaria lo tenga realmente a su alcance, independientemente de su edad, de su origen, de su nivel de estudios, de su situación económica o de si vive con alguna limitación funcional. 

No se trata solo de una cuestión organizativa, sino de una apuesta humanizadora algo más profunda: la experiencia de sentirse persona valiosa y socialmente responsable es, en sí misma, una vivencia dignificadora, cuya posibilidad debería estar mucho más extendida y al alcance de toda la sociedad. 

Desde la mirada complementaria de Nussbaum, la justicia y la solidaridad son actitudes que se cultivan en la vida diaria; y en este sentido, el voluntariado puede ser uno de esos espacios privilegiados donde esas actitudes se ejercitan, se viven y se convierten en hábito. 

Para ello, será necesario revisar y articular marcos normativos y políticas públicas ambiciosas, así como financiación suficiente, que permitan a las organizaciones solidarias diseñar y sostener apoyos específicos para contrarrestar la homogeneidad actual: estrategias de relevo generacional e incorporación de personas jóvenes; mecanismos que faciliten la participación de personas con trayectorias migratorias; propuestas de voluntariado más flexibles y adaptadas a vidas diversas; itinerarios de formación y acompañamiento que apoyen procesos de empoderamiento y participación de quienes suelen quedar fuera de los espacios formales, verdaderas escuelas de ciudadanía.

En ese camino, la Estrategia Vasca de Voluntariado refuerza (y debería seguir reforzando) que la acción voluntaria es una forma específica de participación social, orientada al desarrollo comunitario, a la vertebración de la sociedad civil y a la incidencia en el espacio público. Desde esta perspectiva, el voluntariado no es solo un apoyo operativo de las entidades para “sacar adelante” actividades, sino una palanca de lectura crítica de la realidad, de generación de redes de apoyo y de interlocución con las instituciones. 

Por lo tanto, creer en el voluntariado, sobre todo, en este día, es abrir cauces, diversificar perfiles y cuidar los procesos que permitan al voluntariado social ampliarse, diversificarse y extenderse para hacer frente al contexto de crisis múltiples que vivimos: crisis climática y eco social, crisis de cuidados, aumento de las desigualdades, erosión de la democracia, soledad y desvinculación social.