Los plenos de control del Congreso podrían ser batallas de gallos si fueran algo creativos, o incluso roast incisivos y descarnados, si tuvieran la menor gracia y fueran consentidos. Pero no. En el de ayer, los rábanos volvieron a agarrarse por las hojas y cada cual representó en el teatrillo aquello en lo que se siente maestro. Feijóo leyó el capítulo habitual de su libro sobre corrupción; a Sánchez le puso en bandeja Mertxe Aizpurua el relato antifranquista.
Anunció el presidente un catálogo de símbolos franquistas cuando la portavoz de Bildu le pidió medidas antifascistas y se acuerda uno de Cervantes. En ‘El Quijote’, describe que un gran premio se alcanza “por un quítame allá esas pajas” si cuesta un esfuerzo mínimo. Una nimiedad. El relato de los fachas se parece al de las meigas: haberlos, haylos, pero hay quien los usa para encender hogueras que les envuelven en su humo.
No se les ve a los vigilantes de ese fantasma ultra -las izquierdas más izquierdosas, abertzales o no, en sus diversas formas- la misma contundencia contra otros espectros que arrastran cadenas que les suenan mejor. Lo lamentaba ayer de nuevo Bingen Zupiria sobre los incidentes en Gasteiz.
La gota que colma
Un SMI para Euskal Herria
Las partes, enrocadas. La demanda de un SMI propio de la Comunidad Autónoma del País Vasco y la Foral de Navarra está en la agenda de ELA y LAB pero choca con limitaciones legales para regularlo. Ayer, se citaron con los empresarios de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa y pincharon en hueso. Las razones de Confebask llevan cal y arena: es cierto que no hay marco legal, pero también que se puede pactar en convenios. Para eso hay mesas de diálogo social a las que algunos sindicatos no van para no debatir otras demandas. Roer ese hueso no debería dejar sin dientes a los trabajadores ni a las empresas del país.
La realidad es poliédrica y siempre tiene una cara que encaja con el interés de cada cual. La misma declaración en el Parlamento de Navarra de un vocal de la comisión de obras de Belate da para que unos incidan en que el presidente del tribunal tenía mala opinión de una empresa y para que otros destaquen la profesionalidad y unanimidad de los criterios de adjudicación. Puede ser todo verdad, pero la verdad solo es la suma de todo.
De vuelta al Congreso, a Miriam Nogueras la elocuencia igual se le descontroló. Apuraba a Sánchez a cambiar de actitud hacia Junts pero le salío una frase que hizo frotarse las manos al PP y los ojos al PSOE: “Quizás debería dejar de hablar de cambios horarios y empezar a hablar de la hora del cambio”, soltó. Y la cámara se dividió entre ¡glups! y ¡yupis!