Director general de Inmobiliaria Araxes
El esfuerzo como valor de vida y crecimiento, por Iñigo Garaicoechea Tijero
Es en la juventud cuando se encuentran en edad de sembrar y crecer con el esfuerzo y el trabajo
En un Congreso Inmobiliario al que acudí a finales del pasado año me quedó grabada una ponencia que me ha hecho pensar mucho.
Dentro de dicha ponencia, ofrecida por un economista al que podría calificar de experto, entre otras cosas porque acumulaba no solo conocimientos sino experiencias tras una dilatada carrera profesional, se hacía mención a que, ciertamente, la sociedad actual y la Administración están mucho más orientadas a ofrecer soluciones a las personas mayores si lo comparamos con los más jóvenes, lo cual creo que es cierto, y en parte razonable, aunque no voy a entrar en ese debate.
El caso es que, en el turno de preguntas, un joven al que, según comentó, “las cosas le iban bien profesionalmente”, alzó su voz para transmitir la situación precaria que vive su generación, con unos salarios poco acordes en muchos casos a sus estudios con, en definitiva, importantes problemas para salir adelante.
Ante esta intervención, el ponente hizo un repaso vital, haciendo mención a su bisabuelo, después a su abuelo, su padre y él mismo. Todos tuvieron que bregar, en algunos casos incluso pasaron hambre por las guerras, y vivieron épocas de dificultades y precariedad, cada uno en la época en la que le tocó vivir. Pero todos ellos se esforzaron mucho, aprendieron sus oficios, mejoraron en sus conocimientos y, progresando profesionalmente, paso a paso, crearon y mantuvieron a sus familias para finalmente llegar a su madurez, digamos, con una estabilidad ganada tras mucho esfuerzo e incluso sufrimiento.
La pregunta que el ponente hizo al final de su explicación fue: si todos ellos, en distintas generaciones, han tenido que esforzarse, disfrutar, sufrir, reír y llorar para alcanzar esa madurez, ¿por qué con las actuales generaciones no tiene por qué ocurrir lo mismo?
Añado, ¿acaso las actuales generaciones de jóvenes están tocadas por alguna varita mágica que les puede hacer saltarse esa fase en la que hay que disfrutar de la vida como ellos mismos lo hicieron, pero a su vez sufrir y disfrutar de esa fase del crecimiento y esfuerzo donde se empieza de cero, muchas veces con dificultades, para luego progresar y lograr la estabilidad?
Debo decir que, ciertamente, no lo tienen fácil por los bajos salarios que perciben o el alto coste de la vivienda que les dificulta emanciparse, pero otras muchas generaciones tampoco lo han tenido y no debería ser suficiente excusa para avanzar. En cualquier caso, creo que sería un error que se olviden que el futuro estable tiene un peaje que hay que pagar con esfuerzo y sufrimiento para progresar y crecer personal y profesionalmente.
Un atleta, para ganar una milésima de segundo tiene que superar muchas veces el umbral del esfuerzo con entrenamiento y sufrimiento, haciendo miles de ejercicios o series de carreras hasta lograr arañar su objetivo, y esto de alguna forma es una ley de vida porque la vida, cierto es que no es sencilla. La formación es esencial y muchos jóvenes incluso tienen sus carreras y másteres, pero no son suficientes ya que en el recorrido vital de las personas es esencial que en su juventud desarrollen esas muchas habilidades de las que pueden estar dotados, las entrenen, las trabajen, las pulan y sufran su propia precariedad, que les ayudará a adquirir experiencias enriquecedoras.
En los procesos de selección en el ámbito empresarial es recurrente encontrarnos con jóvenes que, sobre todo, quieren disfrutar de la vida, lo cual es perfectamente comprensible, pero para ello a veces sacrifican el esfuerzo del desarrollo laboral y profesional. Muchos quieren un trabajo cómodo, con un horario bien ajustado y con menos responsabilidades. Si no lo encuentran, no les interesa. Su objetivo es aprovechar su juventud para disfrutar de la vida, los viajes y enriquecerse personalmente solamente a través de esa perspectiva, asumiendo, eso sí ,que su salario será más ajustado, pero no les importa, siempre que consigan su objetivo principal, que es disfrutar en ese periodo de su vida.
La verdad es que pienso que probablemente no les falta razón, pero volviendo al inicio, creo que olvidan que es ahora cuando se encuentran en edad de sembrar y crecer con el esfuerzo y el trabajo, a la vez que se divierten y viven la vida, porque el trabajo es también parte de la vida. ¿Qué sería una vida sin un trabajo?
Si no realizan la siembra en el momento adecuado pueden estar condenándose a “sufrir” en el futuro, pues hoy sus necesidades son muy básicas y las pueden cubrir fácilmente, pero en el futuro es muy probable que no sea igual y pueden entrar en un bucle de dificultades económicas y personales, con falta de trabajo, o con trabajos alejados de sus ideales, y que no les guste.
Las preocupantes consecuencias probables si no se paga ese peaje del esfuerzo en el momento en el que deben hacerlo, es que se pueden encontrar en 20 años, dentro de sus cuarenta o ya en su cincuentena, con una situación mucho más compleja pues antes o después su vida evolucionará, se irán haciendo mayores y tendrán otras necesidades diferentes a las actuales, querrán crear familias estables, querrán a lo mejor montar un negocio, comprar una vivienda, tendrán problemas de distintos tipos, enfermedades etc. Si no han sembrado y evolucionado puede que entonces se encuentren en un callejón sin salida debido a que en muchos casos no tendrán esa base necesaria para progresar, y ya posiblemente sea demasiado tarde para muchos ponerse a pagar el peaje del esfuerzo para poder aprender y progresar….
Si este perfil se repitiera en muchos jóvenes actuales, podría generar en el futuro, cuando lleguen a ser mayores, una problemática social importante, ya que posiblemente con los años Papá Estado ya no nos pueda “ayudar” como ahora debido al envejecimiento de la población y a su probable falta de recursos, con el consecuente incremento de personas en situación precaria, con situaciones de desestructuración social, inseguridad o incluso pobreza….
Los primeros responsables de que esto no ocurra somos nosotros, los mayores actuales, sus educadores, sus padres y, sí, también los políticos y quienes nos gobiernan. Debemos educarles, predicar con el ejemplo en la cultura del esfuerzo e incluso exigirlo, no para ser ricos en dinero, sino para ser ricos en experiencia y conocimientos, para desarrollar su personalidad, para labrarse un futuro de equilibrio entre sufrimiento y felicidad, pues el sufrimiento que se puedan ahorrar ahora posiblemente vuelva como un boomerang en un puñado de años.