Estamos inundados de consejos de “expertos” que nos dan ideas para ser felices, desarrollarnos, animarnos si caemos, perseverar y todas estas historias que repiten los famosos un día sí y otro también para contar cómo poder lograr el éxito. Como las sabemos, no es cuestión de repetirlas. Es más interesante evaluar lo que no nos dicen.

Pocos cuentan la influencia que han tenido en sus vidas la suerte y los contactos. Las evidencias son abrumadoras: es mejor venderse bien que ser bueno. Ejemplo: antes de ser presidente del gobierno se supone que uno debe ser buen candidato. Eso implica decir a la gente lo que quiere escuchar o dar soluciones simples en un mundo en el que eso no es posible. ¿Y por qué no es posible? Es un concepto que en economía se llama trade-off, un intercambio. Si doy una ayuda a un sector de la población, no se la doy a otro. Si una ley beneficia a un conjunto de personas de una manera u otra perjudica a otras. Los casos son abrumadores. Ilustramos la idea con un caso de actualidad. Supongamos que el acuerdo para reducir las horas de trabajo semanales a 37,5 es llevado a la práctica. En este caso la producción por persona disminuye un 6,25%. Hay tres posibilidades: o se baja el sueldo en esa proporción, o asume el coste el empresario o se reparten entre ambos. No hay más. El resto es demagogia pura y dura.

Volviendo a la argumentación inicial, estábamos con la idea del buen candidato. En el sector privado alguien que no desempeñe correctamente su trabajo no será renovado y asunto terminado. Sí, claro que sí, eso es evidente. Pero lo que se nos olvida es que si no nos vendemos bien nadie podrá observar cómo desempeñamos nuestra labor, salvo que tengamos suerte o nos recomienden.

¿Existen claves que nos puedan ayudar como combustible para nuestra vida? ¿Existen ideas que puedan servirnos de consuelo cuando vienen mal dadas? ¿Existen aforismos que nos aporten esa determinación que tantas veces echamos en falta? Para contestar a estas preguntas, debemos conocer el funcionamiento de nuestro sistema personal y del sistema económico y social. Vamos a valorarlos por separado.

En primer lugar, tenemos unos valores integrados en lo más profundo de nuestro interior que, junto con nuestros instintos primarios, son los que nos guían inconscientemente. Además, somos como somos. Eso implica hacer una evaluación completa y exhaustiva de nosotros mismos. Para ello, la mejor técnica que podemos usar es disociar: vernos como si fuésemos otros. Se trata de repasar las razones ocultas por las que hacemos las cosas, modificarlas si no nos gustan, practicar el autocontrol y buscar el desarrollo personal constante. El cómo es una cuestión de cada cual. Muchas veces practicamos comportamientos semejantes al de la fábula de la rana y el escorpión, que le pica a su huésped aún a riesgo de morir ahogado ya que “está en su naturaleza”.

En segundo lugar, tenemos un sistema que busca el crecimiento económico a toda costa, y eso pasa por la gratificación inmediata: consumir cuanto antes, cuanto más mejor. Además, el sistema se ha pulido: antes la economía estaba basada en bienes y servicios. Ahora debemos añadirle tiempo y atención. Para comprender cómo se ha refinado el sistema, valoremos dos ejemplos. Muchos parques de atracciones permiten la adquisición entradas vip en las que se acortar las diferentes esperas que se van a adoptar. En este caso estamos comprando el bien más valioso: tiempo. Todavía hay más. Cuando entramos en la red a realizar alguna compra, los algoritmos llegan a percibir la ansiedad con la que estamos buscando un producto o servicio determinado. A partir de ahí, se ajusta el precio. Sin volvernos locos, aumentar la reflexión y meditación no es pertinente, es fundamental. Al sistema le interesa que no pensemos. Punto y final de la valoración.

Después de valorar, ahora seremos más observadores. Aprenderemos a leer cada situación de manera más profunda, fijándonos por ejemplo más en el continente (cómo nos dicen las cosas) que en el contenido (las palabras). Analizaremos mejor la realidad. Reiremos más a menudo. Es para reflexionar: cada vez se cuentan menos chistes. Muchos chascarrillos que antes proporcionaban humor y buenos ratos se omiten por el respeto y el miedo al qué dirán. En fin, es otro problema: la corrección política.

Valorar, observar, leer, analizar y reír forman el acrónimo volar. No es fácil hacerlo, ya que se requieren unas condiciones de vida mínimas para ello. En situaciones de extrema necesidad sólo pensamos en salir del agujero.

Sin embargo, el intento merece la pena. Sólo vamos a vivir una vez. Somos un ejemplo para todos los que nos rodean. Mantener y mejorar nuestra sociedad es un objetivo común de todos. Es un buen momento para recordarlo.

Valorar. Observar. Leer. Analizar. Reír. Volar.

Profesor de Economía de la Conducta en la UNED de Tudela