Hay personas que trascienden su propia existencia y se convierten en referencias. Begoña Arregi es una de ellas. Referencias en las que mirarnos, referencias que se toman como ejemplo, referencias de vida, de superación, de tesón, de éxito. Referencias de valores, de actitud ante la vida. Referencia para quien en algún momento tiene dudas de cómo llegar a ser simplemente una buena persona.

La vida nos obliga a vivir momentos dolorosos. Y el fallecimiento de Begoña es un momento de profunda tristeza. Un episodio de dolor y angustia. Un hecho fatal que marcará las vidas de todos los que tuvimos la oportunidad de conocerla y de haber compartido con ella el transcurso de décadas de luces y de sombras.

Una vez leí que si quieres saber qué es el calor debes de atreverte a sumergirte en el frío. Begoña era calidez, sus palabras eran cálidas, sus conversaciones transmitían serenidad. Su sola presencia era tranquilizadora, porque su sonrisa era la antesala de un saludo. Mujer vital y luchadora. No afrontó con temor ninguno de los embates que le asigno su destino. Su fortaleza era pétrea. Y la transmitía con entusiasmo y vigor.

Madre ejemplar, compañera singular, que ofrecía amistad a quien se acercaba a ella. Llegó a la conclusión de que a Ibarretxe, su compañero de bitácora, le querían más fuera de su país que dentro del mismo. Siempre estuvo a su lado. Y el Lehendakari Ibarretxe no hubiera llegado a ser quien es si no fuera por Begoña. Abertzale de las que, quizá, ya ni nacen ni se hacen. Le costó entender, como a muchos, la deshonestidad de quienes te ofrecen su mano escondiendo las intenciones que exhiben a tus espaldas. E incluso las dejan negro sobre blanco con aplauso y apoyo.

Nunca quiso destacar más allá de su esfera familiar y social. Tenía mucho más que dar que de recibir. De hecho hacía las cosas sin esperar recibir nada. Construyó el hogar de los suyos con tesón y gusto. Y te invitaba a visitarlo en comidas que veían la noche. Generosa y afable. Dulce y acogedora.

Vivió la política con pasión y entusiasmo. Y con la desesperanza y la frustración de observar cómo desbaratan todo en lo que creemos. Con la indignación que provoca ver cómo se disuelven las ideas bajo el manto de la globalización en una sociedad cambiante y compleja, en la que ya no se sabe ni diagnosticar los males que padecen quienes disuelven un proyecto mientras pierden el crédito político y social.

Mujer de ideas. Mujer entregada… Pero, sobre todo… Mujer. ¡Una gran mujer! Compañera infatigable de rutas que requieren de esfuerzo y de valor. Inteligente y sagaz. Serena, apacible y sosegada. Una persona sin igual que deja un vacío, un hueco, imposible de disimular. Pero tenemos sus referencias, las que amasó y cimentó a lo largo de su vida, y que son ahora un libro en el que descubrir lo que somos y lo que queremos ser. Un libro en el que encontrar paz. La paz imprescindible para soñar, para imaginar… Porque sólo el que es capaz de soñar, aprende a volar.

Vivirás en nuestros corazones y nuestras almas encontrarán consuelo contigo.

Periodista