Llegada la Navidad cambia mi manera de ver las cosas y mi alma se pone en modo nostalgia. Estaba en ello cuando me llamó mi buen amigo Jexus para decirme que acababa de fallecer Javi, otro gran amigo. Cómo podía ser si el día anterior había hablado con él por wasap!, y me brotaron incontenibles lágrimas.

Además del más guapo, como él decía, era un tipo genial, divertido, irónico y el más inteligente que he conocido. Divirtiéndose y sin darle importancia todo lo hacía bien, lo mismo aprendía a jugar al ajedrez y en una semana ganaba un torneo, que empezaba a jugar a voleibol y en 6 meses era nombrado mejor jugador guipuzcoano. Y siempre que jugaba al fútbol, cada vez que regateaba, algo frecuente, perdía el balón porque no paraba de descojonarse de la jugarreta que había hecho.

Fue Javi quien me dio el disgusto de aclararme que los reyes no existían en unas navidades en las que empezamos a perder la inocencia y a tejer una amistad que ha resistido el tiempo, el alcohol trasegado, las tristezas y las alegrías. También fue quien me mostró el camino de no poder olvidar a quien de verdad se quiere, como él jamás olvidó a Puri.

Cuando salí elegido parlamentario, Javi me llamó poco después que Jexus, que fue el primero, y con la sorna que animaba su personalidad me pidió que, aparte de cumplir lo prometido en campaña, impidiera la subida del precio del pote.

Javi, tú me desvelaste que no hay reyes que traigan regalos en Navidad y yo he ido aprendiendo que, a pesar de todo, los regalos llegan. Ahora que te has ido te cuento que, si bien yo antepuse intentar cumplir mis promesas, hoy veo a demasiados políticos que, habiendo tantas cosas que traer, no lo hacen porque prefieren la bronca entre ellos. Y eso sí, el tipo de pote que tú tomabas ha subido muy poco.

Para terminar, Javi, tras conocerte y conocer tu manera de ser amigo y disfrutar de la vida, de una vida que se nos ha quedado corta, no es que no te olvidaré, sé que no podré olvidarte. Goian bego.