Desde que dio inicio la invasión de Ucrania por Rusia, hace ya más de mil días, se abrió en occidente un debate que se podría titular ¿Para quién nuestra solidaridad? Una parte de nuestra sociedad inclinó su simpatía hacia el país invadido y en contra de Rusia. Otra parte minoritaria lo hizo por Rusia y sus derechos históricos en el Donbas. Pero hubo un tercer grupo, numeroso, que puso como prioridad “la paz frente a la guerra” a través de una negociación. Para este grupo crítico lo importante era definir una vía que no pasaba por armar a los contendientes, ni siquiera a las milicias ucranianas. Era demasiado peligroso introducir armas en un territorio con tráfico de armas y abundancia de actores no controlados.
Con el paso del tiempo ha quedado debilitada la idea de hacer la guerra para lograr la paz. Idea que tenía muchos apoyos en Europa, siendo Zelenski el valedor de esta última tesis que ha desembocado en la práctica en una escalada que nos acerca a una tercera guerra mundial. La guerra llama a la guerra y, por consiguiente, a equiparse de armas que disparan contra los llamamientos a dialogar y negociar una solución duradera. Disparan contra la diplomacia.
Zelenski, desde el principio, apostó no sólo por la guerra sino por ganarla. Desde la invasión rusa ha pedido una y otra vez armas, primero convencionales, después las más destructivas. Y lo ha hecho con habilidad, explotando la antipatía que proyecta un siniestro Putin con sus ambiciones territoriales. Zelenski ha jugado con acierto al predicar la tesis de que su guerra es la de todos nosotros, haciendo creer que el futuro de Europa depende de que Ucrania gane o pierda esta guerra. Zelenski, disfrazado de guerrero desarmado ha ido, en camiseta verde olivo, de parlamento en parlamento, de gobierno en gobierno, solicitando armas de todo tipo. En el balance final hay que destacar que en parte ha logrado sus propósitos, sobre todo por el apoyo norteamericano. Pero me quedo con la convicción de que Zelenski ha llevado a Ucrania a un matadero. También Putin ha hecho lo mismo, pero la diferencia es que Zelenski ya ha sido derrotado y sólo está a la espera de malas noticias que antes o después le enviaran desde la Casa Blanca.
Pero la guerra es un lugar para morir y hasta la población ucraniana ya pide paz y marca la prioridad para 2025. Veamos: Ucrania tiene 37 millones de habitantes, Rusia tiene 138 millones. Entre ambos bandos suman 280.000 muertos de los que 80.000 son ucranianos. En el capítulo de heridos Rusia y Ucrania tienen 400.000 heridos por cada lado. Rusia tiene una población muy superior (de los datos se deduce que la demografía favorece a Rusia de manera inapelable) La diferencia de factores descubre que el paso del tiempo favorece a Putin. Nos dicen que Rusia gana la guerra. Algo que reconoce Joe Biden. Tanto que Estados Unidos ya está preparando una negociación de la que Rusia no saldrá mal parada. Paz por seguridad para ambos bandos. Creo que la victoria electoral del loco Trump abunda en esta última idea.
La resistencia ucraniana la han llevado a la práctica jóvenes reclutados en lugares de ocio, centros de trabajo y de estudio, transportes públicos, siendo obligatoria la incorporación al servicio militar de los hombres de entre 18 y 60 años. Una guerra más en la que mueren los de abajo, mientras elites sociales toman el sol y manejan barcos de recreo en las costas de Croacia.
Llegará el momento, más pronto que tarde, en que el Kremlin diga a Kiev “hasta aquí henos llegado”. Lo que no será una sorpresa. Lo cierto es que se trata de una guerra. No de dar la razón moral al pueblo invadido. En este caso Ucrania ganaría por goleada.
Parece cierto que ambos bandos están reservando fuerzas para una negociación en 2025. Si fuera así ni tan mal. Pero ¿Por qué han tenido que morir tantos jóvenes? ¿Por qué la destrucción de pueblos, edificios públicos, carreteras, fábricas, escuelas, hospitales? Se negociará lo mismo que desde hace tres años está en las agendas de negociación. Por qué entonces, tanto tiempo perdido y tantas vidas.
Rusia juega su juego que no es otro que comerse cerca de un 15 % de territorio ucraniano. Esto es hacer una guerra para robar. El caso es que tiene fuerza para hacerlo, lo que no quiere decir de ninguna manera que la razón esté de parte de Putin. Pero Ucrania ha querido jugar el mismo juego haciendo depender su fuerza de aliados que muy pronto lo van a dejar tirado. ¡Zelenski, esto se acabó! Sin lugar a dudas es muy doloroso la perdida de territorio, pero más lo es perder tantas vidas. Esto es hacer una guerra para caer en la trampa del enemigo más fuerte.
Espero que la guerra mundial, sólo sea una pesadilla. Llevada hasta el final quedaríamos achicharrados por las armas nucleares. Me queda esperar que nuestra condición humana, compartida por todos los habitantes de la tierra, imponga el sentido común. Me pueden llamar como quieran, pero no hay territorio que pueda valer el precio de una autodestrucción global. Y, ojo, este no es un asunto de valentía o cobardía, y sí lo es de mayor o menor compromiso con la vida. Como diría Eduardo Galeano, estamos aserrando la rama de ese árbol que responde al nombre de “humanidad” y sobre la que nos sentamos. Cuando la rama caiga ya todo habrá terminado.
Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo