Hoy se celebra el día de la diversidad en STEM: ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, recordando Frank Kameny, el primer astrónomo que en 1960 pleiteó contra el Estado su despido por ser homosexual. Perdió, claro. La celebración reivindicativa surgió hace siete años, muestra de que hay realidades escondidas que apenas preocupan. Menos aún en esos sectores ultra tan preocupados por lo que pasa en la cama o la pinta que llevas. Cuando pueden meter mano en el gobierno eliminan cuidados a las personas trans o evitan que la educación sea formativa y crítica.
¿Y qué dice la ciencia? Debería apostar por la inclusión, por no dejarse llevar por el dogma y por favorecer lo que no cabe en una caja antigua, una ciencia diversa es además mejor ciencia y ayuda más a las personas. Ahí nace esta reivindicación. Una que se une a la más palmaria en temas de ciencia y tecnología, donde las mujeres sufren una situación desventajosa desde la más tierna infancia y que no logra corregirse luego.
Que la física, la matemática o muchas ingenieras estuvieran vacías de mujeres no ha preocupado hasta hace casi nada, y ahora por mucho esfuerzo que se haga parece casi imposible revertir un cáncer achacable al patriarcado, que tiene metástasis en toda la sociedad.
Y, por su parte, la realidad LGTBIQA+, con todas sus letras y el signo más, es también muy mejorable. Por supuesto, las personas trans y en general todas las que no entran en el molde estricto de “chicos masculinos” y “chicas femeninas”, desaparecen de las áreas científicas y parecen molestar. Cuando lo hacen notar, se les conmina a que no molesten y se dediquen a trabajar. Elles, en las pocas encuestas y análisis que se han hecho, se encuentran con paredes de discriminación y aislamiento, también con el insulto y la agresión. Hoy decimos que ya está bien y basta.