De muy jóvenes acostumbrábamos a tomar potes en cuadrilla, inicialmente por el método de poner bote, hasta que todos menos yo empezaron a currar y comenzamos a usar el modelo de una ronda cada uno. Un domingo en que andaba canino de pasta, salí intentando ser esquirol y huir de abonar ninguna ronda para ahorrar. Siendo tarde y quedando solo yo por pagar, creí superada la prueba hasta que alguien pidió tomar la espuela y me llevé un susto que derivó en desmayo cuando otro sugirió que un vermú era buen final. Por esperar a no pagar aboné el doble.
Cada año el Ayuntamiento de Gasteiz, siempre dependiente de la oposición, a la hora de abordar las ordenanzas fiscales previas a los presupuestos sube o no las diferentes tasas municipales dependiendo del momento sociopolítico. En año de elecciones, ni se tocan, mientras que si es el primer año de legislatura, la alegría de la subida anima a casi todos. Ninguna oposición hace un análisis de lo que se quiere abordar en los presupuestos para, a partir de ahí, sugerir el modo de recaudar lo necesario, ni nadie mira si hay que aplicar una normativa europea a poquitos. Nada de eso, se trata de simular si hoy colaboro con la gobernabilidad, si mañana le castigo por ser mal gestor o si me quiero lucir aprobando o no las subidas vendiendo una justicia social de chichinabo. Solo es imagen.
Hasta que llega la hora de aplicar la vieja directiva europea y entonces nadie lo duda, hay que hacerlo porque lo mandan otros, se limpian las manos de responsabilidad y suben la tasa de basuras un 100%. Y además, si el piso tiene más de 90 metros, aunque lo habiten solo dos personas megaecológicas, sin bonificación. Lo de a más superficie más basura es tan simpleza que terminará en la antología del disparate.
En el poteo yo especulé por ahorrar y salí escaldado, y solo yo fui culpable, en Gasteiz las oposiciones especulan por imagen y al final también pago yo, y de golpe, el doble, y ni fue entonces ni ahora es Europa la culpable.