La foto, tantas veces publicada en los periódicos en los últimos tiempos, que muestra al portavoz del PP en el Congreso, el Diputado Miguel Tellado, con una lámina en sus manos que muestra las fotografías de diez socialistas que fueron asesinados por ETA, produce náuseas… Y no solo por los recuerdos que trae sino por la poca vergüenza que adjudica precisamente a quien sostiene el cartel. El Diputado Tellado, que en la imagen sonríe, muestra rictus y muecas como de alegría en su rostro, al lado de otros compañeros del PP, igualmente sonrientes, solo merece mi más absoluto desprecio. Son muchas las razones a aducir, pero sobre todo no se puede usar a los muertos (asesinados) con tanta desvergüenza y de forma tan miserable. Los nombraré: Fernando Buesa, Enrique Casas, Ernest Lluch, Fernando Múgica Herzog, Froilán Elexpe, Isaías Carrasco, Joseba Pagazaurtundua, Juan Mari Jauregui, Vicente Gajate y Juan Priede… Poco importa que el número real de asesinados por ETA fuera superior a 850, que los heridos de mayor o menor gravedad superara los 2600, además de que hubieran sido secuestrados más de 90… La brutalidad fue máxima entre 1978 y 1980 en que ETA asesinó a 244 personas. Bueno, ¡qué más nos da la minuciosidad de los datos globales ante el cartel que ha mostrado el risueño Tellado!

Pero el gesto resulta procaz, bárbaro y miserable, además de desvergonzado, insolente, atrevido, impúdico, obsceno, cruel, atroz, intrépido, salvaje y muy miserable. Las sonrisas, formales o simplemente esbozadas, del mismo Tellado y de quienes mostraron las fotografías, les convierten en colaboradores de aquellos miserables actos, precisamente ahora que creemos estar en disposición de superar, incluso olvidar, aquella terrible lacra que a todos nos atemorizó, que nos entristeció y nos sumió en la desesperanza, cuando no en la desesperación. Fueron bastantes los asesinados, y no todos pertenecían al PSOE o al ámbito de otros partidos políticos, ¿a qué viene ahora limitar las alusiones a los matados del Partido Socialista? Es evidente que esa elección es interesada, y solo pretende ser utilizada en la lucha electoralista que protagoniza el PP y desea desacreditar al PSOE que actualmente gobierna, pero resulta miserable ver el rostro risueño de quien sostiene las fotografías (Miguel Tellado), entre otras cosas sólo porque en aquel tiempo de las matanzas a granel y el fuego discriminado varios compañeros y compañeras suyos también fueran asesinados por ETA.

La memoria de los asesinados no soporta distinciones ni selecciones porque todos, los de derechas o izquierdas, de una profesión u otra, murieron brutal e injustamente. Cuando los líderes de los partidos políticos intentan sacar algún provecho de aquel tiempo de fuego, sangre, tristeza y miseria, están siendo malvados e inhumanos. Miserables. Si admitimos que la violencia ha dado paso al nuevo tiempo de paz, debemos hacerlo sin excepciones ni coartadas. El Congreso de los Diputados corre el riesgo de convertirse en un lugar recordatorio de aquel tiempo violento y brutal que ya debe ser, si no olvidado, sí orillado y convertido en un infausto e irrepetible recuerdo. Pero el debate parlamentario discurre actualmente por cauces poco constructivos: los diputados siguen empecinados en recrearse en los errores o pasajes del pasado, sin arriesgarse lo más mínimo en construir un nuevo futuro más halagüeño. La desideologización de las formaciones políticas es más que evidente: primero hicieron aguas las ideologías tradicionales (conservadurismo, socialismo, comunismo, anarquismo, incluso nacionalismos en los concerniente a sus inclinaciones sociales…), y ahora están haciendo aguas las dos posturas globales que quedaron (izquierdas y derechas), víctimas de ese invento llamado “centro político”, que no está en ningún lado porque, según las conveniencias y el oportunismo, puede estar en cualquier lado… Y ahora han surgido esas tendencias, -Sumar, Ciudadanos, Podemos, VOX, Se Acabó La Fiesta, etc…-, que tanto sirven para un roto como para un descosido, pero en todo caso no sirven para protagonizar cambios ni revoluciones serias.

En medio de este panorama los electores hemos perdido la solvencia y el orgullo de pertenecer a una ideología con objetivos más nobles y precisos, entre otras cosas porque los viejos partidos van abandonando buena parte de sus principios, su historia y su raigambre… Y porque las nuevas formaciones resultan, a la postre, tan oportunistas como inservibles para ese empeño de mejorar nuestras vidas y construir una sociedad más humana, más solidaria, más justa y -permitidme la licencia- “más mejor”…