Sigo un debate sobre fake news, o lo que aquí llamamos trolas, promovido por Bildu en el parlamento, como si ellos fueran sus únicas víctimas. Dejo a mis neuronas volar peligrosamente con libertad y, sorprendentemente, me llevan a cuando hace años Bildu se dedicaba a criticar la Y ferroviaria vasca llegándose a atentar contra la infraestructura. Incluso muertos hubo. Hace unos pocos años, de repente y sin ninguna explicación, empezaron a aprobar los presupuestos generales del Estado, y resulta que en esos presupuestos se incluían los dineros dedicados a la Y.

Mis locas conexiones nerviosas vuelven a Bildu, pero el de hace solo 2 o 3 años, cuando lideraba las plataformas que se oponían aquí y allí a la instalación de cualquier molino de viento o placa solar, hasta que, corrigiendo su postura sin explicar gran cosa, aprobaron hace un año, conjuntamente con PNV y PSE, una ley para regular los emplazamientos, desde la convicción de su urgente necesidad, de esos parques energéticos.

Desde entonces se ha producido una movilización de gente animada por las plataformas previas, con añadidos de quienes creen perder valor inmobiliario, quienes desean un paisaje inamovible y otros tantos. Y mientras, ¿dónde está Bildu?

Le doy vueltas a las ausencias de Bildu tras haber sido un agente contrario a casi todo, cuando leo a D. Otegi decir, respecto a la iniciativa parlamentaria, que cada vez que habla algún medio escribe que “Otegi advierte”, y eso le parece una fake news escandalosa, porque él no advierte, él opina.

Desconcertado, salgo al balcón y le pregunto a ama si cree que lo de Bildu de primero protestar, amenazar y advertir a gritos para luego apoyar y callar le parece fake news, y me dice, no, eso es filibusterismo cobarde. ¿Y lo de D. Otegi y sus advertencias?, sonríe y me dice, eso es síndrome hormigonero, o hacerse la víctima desarrollando una jeta de hormigón. Y no digas armado, que dado su historial antibelicista te acusaría de atacarle con fake news.