Ha empezado la Navidad bolivariana y nada sabemos de los dos vascos que permanecen detenidos en Venezuela acusados de tampoco sabemos qué, ni siquiera dónde están. Recordemos que va a hacer un mes que las familias de José María Basoa Valdovinos y Andrés Martínez Adasme, ambos bilbainos treintañeros, denunciaron su desaparición. El ritmo caribeño es exasperante, en medio de la absoluta indiferencia e inhibición de la sociedad vasca. No hay plataformas tipo José María eta Andrés Askatu, no hay pancartas de Non daude?, no hay iniciativas ni mociones institucionales. Algo habrán hecho. Todo ello en un país en el que el respeto por los derechos humanos y las garantías democráticas y judiciales son inexistentes. Lo que sabemos es que el régimen de Nicolás Maduro –el mismo que se autoatribuye la victoria en las elecciones sin presentar una sola prueba– tiene presos a estos dos ciudadanos vascos a los que acusa de delitos inconcretos como ser agentes del CNI, terrorismo, tener planes de dar un golpe de estado, sembrar el caos y asesinar al presidente y ministros venezolanos. En realidad, el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, informó el lunes –tres semanas después de la desaparición– de que Venezuela le había confirmado la identidad de estas personas, que se encontraban, dijo, “injustamente retenidos en Venezuela”. Dos palabras clave: “injustamente” y “retenidos”, no detenidos o arrestados. A uno se le eriza la piel cuando recuerda que Maduro y Diosdado Cabello afirmaron que aunque España lo negara, estos ciudadanos vascos habían confesado ser agentes del CNI. Claro, y el toro que mató a Manolete. Ya sabemos por aquí cómo van estas cosas. Han pasado más de dos meses y las actas del escrutinio electoral las ha debido presentar el Centro Carter, que dice que ganó el candidato opositor exiliado, Edmundo González. Es la Navidad bolivariana. Que todos vuelvan a casa, aun sin el turrón.
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