Habitualmente cada verano recurrimos al mismo comentario de que hace demasiado calor, y esa expresión se repite verano tras verano. Sin embargo, en este verano ha habido comentarios que se han propagado bastante rápidamente, haciendo que se plantee la duda de si realmente esta estación está siendo menos cálida que en otros años.
Hemos escuchado comentar como que “este verano no está haciendo calor” o “el verano pasado sí que fue caluroso”. Y, de hecho, distintos expertos han estado hablando de “amnesia climática”, que es un término acuñado por el psicólogo Peter Kahn que hace referencia a cómo el avance de la crisis climática distorsiona por completo nuestra visión de la realidad y nos hace no recordad cosas como, por ejemplo, lo que es un verano normal. Lo achacan a que los más jóvenes no visualizan cómo era el mundo antes del impacto de la crisis climática.
Los expertos afirman que la percepción general del calor ha cambiado por las altas temperaturas sufridas en los últimos dos años. En 2022 y 2023, los veranos fueron los más extremos desde que se tiene constancia y este año, no se ha llegado a valores tan elevados como los anteriores, pero todavía no ha finalizado el verano, y, de todas formas, los datos que tenemos hasta ahora están por encima de lo que es normal para esta estación. Según muestran los registros históricos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en los años setenta y ochenta España solía tener una o máximo dos olas de calor al año con una duración de entre tres y cinco días en total. En los últimos 10 años, el número de olas de calor y la duración de estos episodios han aumentado por dos.
Por otra parte, la crisis climática no significa que cada año vaya a ser más caluroso que el anterior, y hay que mirar los registros de al menos 50 años. Como decía en un articulo publicado en este diario “la temperatura no cambia igual en todo el planeta ni en todas las zonas de su atmósfera”. Este verano en la península Ibérica hemos podido tener la suerte de un verano más suave, al menos hasta la segunda mitad de julio. Sin embargo, a no mucha más distancia, países como Italia y Grecia han padecido unas olas de calor impresionantes, y no digamos países de otros continentes como India o Arabia Saudí, donde murieron más de 1.300 personas por calor en la peregrinación anual a la Meca, por citar otros ejemplos.
En el Estado español las olas de calor de este verano comenzaron en la segunda quincena de julio, pero una vez que han llegado, las temperaturas han subido una barbaridad. Entrados en agosto, el exceso de muertes atribuibles al aumento de temperatura es de 771, según los datos publicados por el Sistema de Monitarización de la Mortalidad Diaria(MoMo), del Instituto de Salud Carlos III, responsable de la vigilancia del efecto de las temperaturas en la población. En el caso de Euskadi, siete personas habrían fallecido en julio como consecuencia del exceso de calor.
En el caso de nuestra comunidad en la primera fases del verano, tuvimos unas temperaturas incluso algo frescas. Pero la pasada semana y sobre todo este domingo, han venido a decirnos que las olas de calor van a ser una constante en los próximos tiempos, cada vez más intensas, frecuentes y duraderas como consecuencia del calentamiento global.
Según los investigadores de World Weather Attribution (WWA), el calor extremo del mes pasado hubiese sido 3ºC más frío. En este sentido, recuerdan que en el actual contexto de calentamiento global, olas de calor similares como las vividas en las últimas semanas se prevé que ocurran con bastante asiduidad en los próximos años.
“La influencia del cambio climático causado por el ser humano es tan fuerte que las temperaturas registradas durante las olas de calor no serían posibles sin el calentamiento causado por la combustión de carbón, petróleo y gas”, según World Weather Attribution (WWA). En este sentido, el grupo investigador insiste en la “necesidad imperiosa de que el mundo deje rápidamente de quemar combustibles fósiles, y contar con planes de adaptación para tratar de paliar los efectos del cambio climático”.
Cabe preguntarse: ¿qué estamos haciendo contra el cambio climático? Mientras que existe un amplísimo consenso científico acerca de que la actividad humana ha contribuido enormemente al calentamiento global, que llega a un 97% del conjunto de la comunidad científica, la percepción social sobre ese consenso se debilita en los últimos tiempos aunque varía de unos países a otros, con el auge de las posiciones negacionistas o con el retardismo.
A su vez, la respuesta de los gobiernos y organismos multilaterales es lentísima, y eso se refleja en el no cumplimiento de los compromisos de reducción de emisiones, que, por cierto, no son vinculantes, al igual que ocurre con el Acuerdo de Paris (2015). Ello supone que no existan obligaciones legales, ni mecanismos eficaces para su cumplimento, ni rendición de cuentas.
El otro puzzle para describir la situación y la débil respuesta de la comunidad internacional hay que encontrarla en la inexistencia de una sociedad civil concienciada y movilizada, aunque haya aumentado en los últimos años, pero aún de forma insuficiente.
En el caso de Euskadi, es necesario avanzar en las políticas de mitigación, es decir, de reducción de las emisiones de gases de efectos invernadero, aunque estas no dependen solo de lo que hagamos aquí, ya que también se producen en otras regiones y países, por lo que es imprescindible avanzar en las políticas de adaptación. Ya se viene haciendo, aunque hay que hacerlo con más intensidad y urgencia.
Hay que llevar a cabo políticas públicas de adaptación a las altas temperaturas en viviendas, en edificios, así como en espacios públicos, con arbolado, sombras, zonas verdes, refugios climáticos, con otro urbanismo y planificación.
También es muy importante la creación de la llamada “cultura del calor” para que que la ciudadanía sepa que medidas preventivas hay que tomar en cada momento ante las altas temperaturas para que los efectos del cambio climático en la salud se reduzca. En este campo, están las regulaciones laborales especificas, con el fin de proteger a la población trabajadora expuesta al calor y la protección de la población más vulnerable. Un dato importante a reseñar es que según los datos del sistema de Monitarización de la Mortalidad Diario (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III - responsable de la vigilancia del efecto de las temperaturas -por exceso y por defecto en la población- el pasado julio de las las 771 muertes atribuibles a la temperatura, las víctimas del calor mayores de 85 años fueron más de medio millar, un 66% del total. Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente