Toda la vida escuchando a los próceres de la patria hispana ponderar la teoría de los 500 años de historia común que todo lo resuelven en materia de cohesión territorial y ahora resulta que en León les salen respondones.
La Diputación de la provincia aprobó esta semana una moción reclamando establecer una autonomía propia y diferenciada de la de Castilla. No hay enfoque identitario de marcada diferenciación de lo considerado español, pero sí del modo en que lo castellano, que es una fórmula primaria de homogeneización, responde a sus demandas. De hecho, tampoco hay detrás un discurso soberanista propiamente dicho. Lo que subyace en la petición es la convicción de que el único modo de garantizar el bienestar la ciudadanía de León, Zamora y Salamanca es el autogobierno. Y lo traducen en la petición de instituciones propias, descentralizadas. En León han descubierto el principio de subsidiariedad que rige las relaciones de jerarquía entre instituciones interdependientes desde la perspectiva de la eficiencia y el mayor conocimiento de la realidad más cercana a los asuntos que deben gestionarse.
Hay una parte significativa de la ciudadanía leonesa que percibe que la centralización de decisiones lejos de su realidad propia no es eficaz para afrontar sus problemas específicos. En ese sentido, no ha llegado a la reivindicación de autogobierno desde la identidad soberanista sino al revés: si deben reclamar su soberanía para obtener autogobierno y mejorar con él su calidad de vida, están dispuestos a explorar una senda que no es de rupturas sino de soluciones. Quizá entiendan mejor algunas demandas del soberanismo vasco y catalán porque no hace falta una lengua o un derecho propios para descubrir que el problema territorial y del modelo de Estado tiene que ver con su eficacia.
La moción salió adelante impulsada por la Unión del Pueblo Leonés –como es lógico–, rechazada por el PP –como también es lógico si gobierna la Comunidad de Castilla y León y aboga por políticas centralizadas y Vox –como es inevitable–, pero respaldada por el PSOE –como es... lo que sea–. Por supuesto, la iniciativa morirá en las Cortes de Valladolid. Los problemas que la motivan, no.