No por esperado ha sido menos atronador. Los resultados electorales en Europa y en España dejan un panorama preocupante. No vale decir que son elecciones de baja participación. Los tambores de la ultraderecha ya sonaban antes. Ahora el ruido empieza a ser ensordecedor. Y hasta un influencer sevillano sin programa ha pegado una buena patada all tablero político. Igual conviene prestar atención a tanto alboroto y no hacer como si no lo oyéramos.

La primera vez que Donald Trump anunció que se presentaría a las elecciones estadounidenses en 2015, todo el mundo pensó que era un chiste. En muchos de los desfiles de la noche de Halloween a lo largo del país, la gente se disfrazó con la máscara de Trump a modo de burla. Años más tarde nos hemos dado cuenta de que efectivamente era una broma: una macabra broma que todavía no ha terminado, pero que bien pudiera acabar con el supermillonario, condenado por delincuente, como presidente por segunda vez.

Por territorios más cercanos, la popularidad de un partido de nombre SALF - acrónimo de Se Acabó la Fiesta- se ha disparado y ha conseguido entrar en el Parlamento Europeo con tres escaños. Un 4,58% de los votantes, esto es 800.000 votos han terminado en los bolsillos de un agitador de extrema derecha que responde al nombre de Luís Pérez, más conocido en las redes sociales como Alvise. Sin propaganda electoral, sin mítines y hasta sin programa, el influencer ha sacudido el panorama político.

Quizá porque sobrepaso de manera amplia la cuarentena, no tenía el gusto de saber demasiado sobre las andanzas del señor Pérez hasta pocos meses antes de estas últimas elecciones. Luego, le he seguido un poco más para mi propia desazón. Su pasado político en UPyD y más tarde en Ciudadanos no fue demasiado relevante, contrariamente a sus encuentros con los tribunales, ya que está inmerso en numerosos procesos judiciales. Su febril actividad en las redes sociales, donde vierte todo tipo de bulos y mentiras le han causado varios quebraderos de cabeza. Pérez ha sido condenado en varias de las causas.

Lo que me deja más perplejo de este animal político es que a pesar de su éxito no irá a Bruselas a defender sus ideas. Su interés fundamental, como ha declarado, es protegerse judicialmente y gozar de un privilegio político que no tienen los ciudadanos: la inmunidad parlamentaria. El líder de Se Acabó la Fiesta sabe que de otra manera su particular jolgorio podría acabar.

En España han existido siempre algunos políticos “particulares”. La lista va desde Ruíz-Mateos a Jesús Gil pasando por Juan Hormaechea, presidente de Cantabria del Partido Popular en la década de los noventa. Hormaechea lo mismo cantaba “Montañas Nevadas” que se pronunciaba a favor de la independencia de su comunidad. Todo un carácter el del cántabro que llamaba “Charlotin” a Aznar y añadía que no era de fiar alguien que solo se acostaba con su esposa.

Ahora, del “gracejo” populista de tipos como Hormaechea hemos pasado a vendedores de toxicidad rencorosa como Alvise. “La culpa es solo de los políticos”; “Los inmigrantes vienen a delinquir y tienen más derechos que los nacionales”; “Esto solo se soluciona con una gran cárcel”, son algunos de sus más celebrados y profundos enunciados. Alvise propone la creación de la mayor prisión de Europa en Madrid para encerrar a todos los miembros de las bandas que operan en España. Apuesta también por la deportación masiva de todos los inmigrantes ilegales al más puro estilo trumpista.

Una de las diferencias fundamentales que tiene Alvise con respecto a otros partidos está en su estilo comunicativo. El no utilizar los medios tradicionales y no estar sujeto a ningún tipo de auto-censura le da libertad para decir lo que le viene en gana. Habla como si estuviera en el bar con sus amigos, y esto le da un plus de credibilidad. Un millón de personas, hombres en su gran mayoría y de menos de 40 años son seguidores de sus espasmos biliosos en las redes. Reaccionario anti-feminista, anti-abortista visceral y anti-vacunas Alvise parece dispuesto a vivir precisamente de aquello que él mas critica: los partidos políticos.

Alvise no es más que un termómetro social que marca el desapego de los más jóvenes con el mundo de la política, una esfera muy lejos de sus problemas e intereses y de la que subrayan los aspectos más negativos como la corrupción y el amiguismo. Ahora, el termómetro ha marcado una temperatura que será difícil de mantener en el futuro. Pero, tomadas las debidas distancias, acuérdense de los desfiles de Halloween en Estados Unidos tan solo hace nueve años, de los que les hablaba al principio de este artículo. Y no podemos decir que la temperatura haya bajado. Periodista