Pedro Sánchez está en su salsa. Pero a su alrededor hay fuego. No le importa. Se siente seguro. Ha vuelto a encontrar su amuleto electoral. Encara las europeas como a él le gusta: señalando al enemigo. El rearme ideológico necesario para galvanizar a los suyos como ocurrió, y con éxito, en el 23-J, combatiendo a la crecida ultraderecha. La disculpa perfecta para desviar los focos del incendio que acechan a su gobierno deshilvanado y a esa mayoría parlamentaria cada día más rebelde. Milei ha sido un regalo de Vox para el presidente. Palestina, otro conejo de la chistera en el momento idóneo, aunque, eso sí, de hondo calado. Nada comparable con la reconocida insensatez de Yolanda Díaz entre el Jordán y el Mediterráneo que le retrata.

Jamás unas elecciones al Parlamento de la UE habían generado semejante expectación. La oleada de radicalismo conservador se extiende a tal velocidad que muchos valores democráticos parecen encogerse por el miedo. España no es una excepción. Representa la excusa estratégica para el PSOE en su desesperado propósito de evitar la victoria del PP que todos pronostican menos el CIS. Sánchez no soltará este hueso durante toda la campaña. Sabe que su mensaje frentista cala en los poros de una ciudadanía temerosa de que Le Pen, Orban o Abascal dinamiten los derechos sociales. Meloni queda al margen. La camaleónica mandataria italiana hasta puede decidir la próxima presidencia de la Comisión Europea cuando hace dos años exhibía sus ramalazos fascistas.

La despiadada polarización que rezuma el Congreso alcanzará sus máximas cotas en los mensajes electoralistas de las dos próximas semanas. Esta confrontación inagotable dispone de un terreno abonado para impedir el mínimo atisbo de la sensata reflexión. El PSOE juega con el viento a favor. Exprimirá sin límites la fotografía del entendimiento entre PP y su socio autonómico que tanto penaliza a la derecha. Ahondará en el permanente mensaje del miedo. Lo hace extensible al resto de miembros de la máquina del fango para procurar un resultado suficiente que le permita contener la actual euforia de un rival, claramente favorecido, no obstante, por la mutilación de Ciudadanos. Sánchez lo intentará porque intuye que su conocido lema de “o conmigo o con los amigos del mal” le volverá a dar alegrías como ocurrió en el pasado verano.

Feijóo busca desesperadamente cómo escabullirse de tan envolvente incendiaria. Se siente atrapado por el fuego entre socialistas y Vox. La estúpida polémica en torno al presidente argentino parece engendrada por un imaginario contubernio entre Sánchez y Abascal para fustigar al líder del PP hasta la exasperación. Le deja un reducido margen de maniobra argumental sólida para marcar su propio territorio. Eso sí, siempre le quedará estirar el chicle de la amnistía, próxima a su aprobación. Nunca será tan detestable como soportar los descarnados improperios de Díaz Ayuso en su salsa demagógica y a quien alguien con autoridad en Génova debería enjuagar cuanto antes su hiriente lengua. La cuestión intelectual llevaría más tiempo.

Legislatura en espera

La legislatura queda a la espera mientras se libra otra batalla en las urnas. Sánchez salta entre llamas. Desde las elecciones en Catalunya, ya nada igual. Se respira un ambiente plagado de incertidumbre, muy próximo a la parálisis cuando no a la derrota del principal partido en el gobierno. Un día es la derrota en la ley del proxenetismo; otro, la preventiva retirada de la esperada normativa sobre el suelo antes de perder a los puntos. Por el medio, los palos en la rueda de los ministros de Sumar que evidencian las dos almas de la coalición, cada vez más alejadas por un exclusivo interés de lucro político.

El horizonte inmediato pasa por el escrutinio de las europeas y la elección de president de la Generalitat. Una victoria en el 9-J desbordaría con razón las exigencias del PP en favor de un adelanto electoral y, además, propinaría un severo mazazo a Sánchez, a quien las cuestiones judiciales de su esposa seguirán latentes durante semanas. Al tiempo, este resultado actualizaría la profecía que sitúa en el poder de su país al partido que gana estas elecciones al Parlamento de la UE. En Catalunya, las expectativas en favor de Illa y las dudas sobre los apoyos necesarios para su proclamación caminan a la par. Con todo, el verbo incendiario de la portavoz de Junts en el macropleno del Congreso parecía esconder no solo una clara advertencia Sánchez sino, quizá, el reconocimiento de una batalla perdida.