La idea que desde fuera -y en buena parte dentro- de Estados Unidos se tiene de sus dos grandes formaciones políticas, es que el Partido Demócrata representa “la izquierda” y tiene sus aliados entre los menos favorecidos económicamente, los sindicatos y gente con niveles de formación limitados, con la excepción del creciente ejército académicos progresistas que dominan las universidades.

Los republicanos, en cambio, son el partido de “los ricos”, poderosos, con mejores niveles de formación, es decir, una “derecha” norteamericana. Y en buena parte ha sido así durante mucho tiempo, aunque las imágenes de ambos partidos se han ido deformando con el paso del tiempo: así, por ejemplo, los demócratas, en su calidad de patronos de pobres y desfavorecidos, son los grandes aliados de la población negra que aún no se ha recuperado de siglos de esclavitud. Pero el presidente que salió victorioso de la Guerra de Secesión, que derrotó a los estados que querían mantener la esclavitud, fue Abraham Lincoln, el primer republicano en la historia del país, mientras que los estados sudistas que trataban de mantener la esclavitud, tenían mayorías del Partido Demócrata.

Desde entonces, los demócratas se han identificado con los menos favorecidos: han tomado el estandarte de la igualdad racial para proteger a la población negra, tienen una actitud más favorable a la inmigración y favorecen en general subidas de impuestos a los más ricos. Pero con el tiempo estas posiciones han ido cambiando y, hoy en día, los republicanos son más bien los populistas, los defensores de los obreros y quienes más apelan a una población con menos preparación académica.

Los demócratas, en cambio, han ido ocupando las élites intelectuales y económicas, dominan las universidades y han amasado grandes fortunas que utilizan para ayudar a candidatos de su misma persuasión.

Los centros de poder económico y político, como pueden ser Nueva York o Washington, o estados de la costa pacífica especialmente California, están firmemente en manos demócratas: la capital del país vota alrededor del 95% por demócratas.

El contraste lo puso de relieve hace pocos días el presidente Trump, quien acudió al funeral de un policía asesinado por un delincuente que había sido detenido decenas de veces y siempre puesto en libertad. Un contraste reforzado por la comparación con la actividad que en aquel momento ocupaba al actual presidente norteamericano Joe Biden: junto con sus predecesores demócratas Bill Clinton y Barak Obama, Biden estaba en una alegre celebración para recabar fondos electorales.

Y los consiguió: algo más de 26 millones de dólares, recogidos de demócratas pudientes que acudieron a la fiesta en que, además de pagar por el menú, podían fotografiarse junto a los presidentes previo pago de cien mil dólares, además de otras opciones para hacerse ver junto a los mandataros a cambio de donativos aún mayores, incluso de medio millón de dólares. En la fiesta participaron unas 5000 personas, con niveles muy distintos de donaciones.

Biden reforzó aún más el contrate con la actividad de Trump: Si el ex presidente asistió al funeral del policía e hizo declaraciones de apoyo, Biden también envió su pésame... al alcalde de Nueva York, para expresarle su dolor por la violencia en esa ciudad gobernada por su partido. Se marcó aún más así la diferencia entre las élites que favorecen a los políticos progresistas y los ciudadanos modestos que se sienten más protegidos por los republicanos.

En general, los candidatos con mayores arcas son también los de más votos, pero en el caso de Trump no ha sido siempre así.

En estos momentos, a pesar de que la fortuna personal de Trump ha crecido hasta ponerlo entre las 500 personas más ricas del mundo, el expresidente se enfrenta a muchos problemas económicos debido a sus casi cien denuncias. Pero en el pasado, Trump demostró que, incluso con menos fondos, podía arrastrar a un gran número de seguidores. Y, a la hora de votar, la papeleta del rico vale tanto como la del pobre, pero hay muchísimos más pobres que ricos, aquí como en casi todas partes.

Y así, los republicanos de nueva talla tienen menos influencia en los medios informativos, en su mayoría controlados por demócratas, pero hay otros medios de difusión en el internet que compensan en parte estas informaciones. Y los republicanos van resultando cada vez más atractivos al ejército de obreros, oficinistas modestos, incluso una parte creciente de la población negra y un buen número de inmigrantes.

Para los demócratas, se hace cada vez más importante evitar el desangre entre los grupos que tradicionalmente los apoyaban y que se van alejando paulatinamente.