Una de las sorpresas del discurso del estado de la Unión de Ursula von der Leyen ante el pleno del Parlamento Europeo de septiembre fue el anuncio del encargo de un informe sobre competitividad de la economía europea a uno de los grandes personajes de las últimas décadas en la UE, Mario Draghi. A este peculiar mago de las finanzas institucionales europeas, que fue primer ministro italiano y presidente del Banco Central Europeo, le correspondió la difícil tarea de sacar a Europa de la crisis del euro, enfrentándose a los todopoderosos gobiernos austeros encabezados por Alemania y con Holanda como perro de presa. Ahora que la economía europea, aquejada de estancamiento por una persistente guerra en Ucrania, vuelve a convertirse en la principal preocupación de los ciudadanos, el italiano tendrá que volver a tirar de chistera y poner su magia en las ideas para hacer más competitivas a las empresas y la industria de la Unión.

La UE se queda atrás en el mundo

Las cifras de la economía europea en su comparación con el resto de sus grandes competidores –EEUU y China– cada año son más alarmantes. La economía UE representa un 65% de la estadounidense, cuando hace diez años su valor era del 93% respecto a la americana. Y si lo medimos en PIB, la economía norteamericana es más del doble de la de la UE. Pero yendo a terrenos mucho menos macro y más concretos, entre las 20 empresas más importantes del mundo o las mejores universidades o la capacidad de fabricación de componentes de alta tecnología, difícilmente encontramos ejemplos europeos. Es evidente que la pandemia y ahora la guerra en Ucrania no han ayudado nada a minorar una brecha que cada vez es mayor con los líderes de la economía mundial. Al Mercado Único no se le está sacando todo el provecho y beneficio que se debiera y la falta de mano de obra cualificada para los perfiles de los nuevos empleos o las trabas burocráticas están impidiendo un mayor desarrollo y crecimiento de la economía de la UE.

Prioridades para mejorar la competitividad

Más allá del informe Draghi, la Comisión Europea formuló ya en marzo lo que considera las prioridades para mejorar la competitividad de nuestra economía a largo plazo. Para ello propuso trabajar en torno a nueve factores. El primero se refiere a que el mercado único funcione mediante su ampliación y profundización. Segundo, el acceso al capital y a la inversión privados con una mayor unión de los mercados de capitales y la culminación de la unión bancaria. Tercero, la inversión y las infraestructuras públicas mediante la reforma del marco europeo de gobernanza económica. Cuarto, la investigación e innovación mediante incentivos fiscales, asociaciones público-privadas y proyectos a gran escala. Quinto, la energía mediante el rápido despliegue de las energías renovables. Sexto, la circularidad fomentando la transición hacia una economía más circular en la UE. Séptimo, la digitalización con la adopción amplia de herramientas digitales en toda la economía. Octavo, la educación y las capacidades. Y noveno, el comercio y la autonomía estratégica abierta continuando con la apertura de los mercados a las empresas de la UE.

El informe Letta sobre el mercado único

Mientras Draghi se ocupa de evaluar la competitividad, otro ex primer ministro italiano, Enrico Letta, está preparando un informe sobre el estado del mercado interno, que se presentará en marzo. Letta, presidente del instituto Jacques Delors, ha empezado una gira por los Estados miembro para conocer de primera mano la opinión de los gobiernos y de las empresas en los distintos sectores. Se trata de identificar las trabas a la libre competencia y las debilidades que impiden una mayor clusterización y trabajo en redes transeuropeas entre las diversas industrias. De fondo, existe una confrontación entre la idea fundacional del mercado único, que no es otra que la libre competencia, con la necesidad de Europa de competir con Estados Unidos, China y potencias emergentes como India. En todo caso, la magia italiana tendrá que desarrollar toda su maestría si queremos subirnos al tren de la competitividad, en un mundo convulso y cambiante, que poco sabe de burocracias y, por desgracia, cada vez menos de derechos y libertades.