Lo bueno de las acciones es que, a veces, tienen consecuencias. Sobre todo, cuando quien ha tenido que sufrirlas tiene memoria. Este sábado se van a constituir los ayuntamientos vascos y hay alguna formación que, desde el mismo domingo electoral, está hiperventilando porque parece que en algunos de los municipios donde han sido la fuerza más votada, en la mayoría de ellos por muy pocas papeletas, no van a lograr la alcaldía. Y no la van a lograr porque no han sido capaces ya no solo de aglutinar una mayoría a su favor, sino de evitar que se constituya una alternativa. Y eso no se produce por casualidad y la culpa no siempre es de los demás. Y basta ya de victimismos. Porque lo que parece, y remarco el parece, va a ocurrir el sábado es, precisamente, la consecuencia de una forma de hacer política, y una manera de ser, que cansa.
Porque puedes hacerte la víctima durante una campaña electoral, pero lo que has dicho y, sobre todo, lo que has hecho durante cuatro años queda ahí. Las cuentas falsas en Twitter que acosan a los miembros de otros partidos no desaparecen. La presencia de jóvenes vestidos de negro vigilando y amedrentando a quienes acuden a los actos de otras formaciones, no se olvida. Los insultos y las faltas de respeto permanecen, sobre todo, en la memoria de quien ha tenido que soportarlos.
Y, claro, si los modelos de sociedad eran incompatibles antes del 28-M, ¿por qué iban a dejar de serlo después? Si dices que el PNV y el PSE tienen un “proyecto agotado y neoliberal” hasta el momento en el que necesitas sus votos, cuando de golpe pasan a formar parte del bloque de “avance y progreso”, pues lo normal es que no te crean. Y si en Durango en 2019, y en otros municipios en 2023, conformas mayorías alternativas, y legítimas, para quedarte con la alcaldía, pues lo lógico, e igual de legítimo, es que cuando puedan la recuperen. Lo dicho, los actos tienen consecuencias y la gente tiene memoria. ¿Ahora queréis jugar? Pues juguemos.