Tendemos a ver la realidad a partir de ideas, conceptos y valores grabados en lo más profundo de nuestro interior. Esto conlleva dos implicaciones importantes. Por un lado, muchas veces nuestra percepción es un reflejo de nosotros mismos. Por otro lado, tendemos a asignar a cada desenlace (más desempleo) unas pocas causas (políticos y situación económica). Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. ¿Cómo determinarla? ¿Cómo aprovechar ese conocimiento para tomar mejores decisiones? En el proceso preelectoral que nos espera, el debate es muy pertinente.

Pensar en sistemas, que también es un libro de Donella Meadows (del que han salido varios de los conceptos que aparecen en estas líneas) nos ayuda a comprender el mundo, dentro de las inevitables limitaciones humanas, con más profundidad. Supuesto: todos los sucesos dependen de un comportamiento que está sometido a una estructura. Así, el desempleo lo evaluamos a partir de las acciones que realizan múltiples agentes dentro de un sistema económico o las inundaciones se forman a partir de interacciones entre el clima y la tierra dentro de un sistema natural.

Es como si en nuestra vida cotidiana nos fijásemos tan solo en la punta del iceberg y olvidásemos todo lo que le engloba: el sistema. Su definición: un conjunto de elementos interaccionados y organizados de manera coherente para llegar a un fin. El problema de los sistemas es que sus características asociadas nos pueden llevar de manera inexorable a conductas indeseables. Sólo así se explica la ineficacia de los partidos políticos o la persistencia de problemas como la drogadicción.

Reflexionemos sobre la expresión “problema”. Limitarnos a solucionarlos nos limita. En realidad gestionamos embrollos: situaciones dinámicas integradas por sistemas complejos de problemas que cambian e interactúan entre sí (RussellAckoff).

Con este enfoque, no existen efectos secundarios o indeseados. Todos se valoran al mismo nivel jerárquico. Caso de manual, la ley del sólo sí es sí. Con este enfoque, aprendemos nuevos conceptos y profundizamos en otros conocidos. Veámoslos.

Un bucle compensador sirve para suavizar un shock negativo. Ejemplo, ayudas a los parados. Se deben potenciar. Un bucle de retroalimentación amplifica los resultados asociados a un sistema concreto. Caso positivo: inversión en investigación. Caso negativo, la polarización de la política. Una reserva es un elemento de un sistema que se puede ver, tocar o medir. Por ejemplo, las ventas de una empresa o la temperatura media. Oscilan lentamente al seguir una inercia. Las reservas cambian por acción de los flujos, que son sus entradas y sus salidas. Cambios pequeños hoy generan grandes oscilaciones mañana, pero al percibirlos con lentitud no somos conscientes de ellos. La resiliencia es la capacidad que tiene un sistema de volver a su estado inicial tras un shock. Por desgracia, la sacrificamos por la productividad y la estabilidad. La organización autónoma es la capacidad que tiene un sistema de transformar su estructura. Los gobiernos desean limitarla. La jerarquía, siempre necesaria, no está bien gestionada: existen más dificultades dentro de un departamento de una empresa que en las relaciones entre departamentos. Nos preocupamos más de lo segundo cuando lo primero es más importante. La ley del mínimo rompe con las relaciones habituales entre recursos y productos. Si no hay un mínimo de un recurso concreto (confianza, electricidad, chips) todo lo demás no sirve de nada. Un arquetipo es una estructura común que da lugar a comportamientos característicos. Por esa razón dentro de los partidos políticos el que se mueve no sale en la foto: fuera hace mucho frío. Eso destruye la diversidad de ideas y opiniones. La deriva hacia el rendimiento bajo se da cuando nos dejamos llevar, pensando que nuestro comportamiento no va a influir en el sistema. ¿Para qué reciclar? El desplazamiento de carga hacia la intervención indica que nos basamos más en la cura antes que en la prevención, en la subvención antes que en la bajada de impuestos. Desaparece el síntoma, no el problema.

Creemos que somos racionales cuando debajo del proceso decisorio tenemos nuestras volátiles emociones y un fondo reptiliano (inconsciente) que siempre nos acompaña. De la misma forma, creemos que los sucesos tienen unas pocas causas cuando dependen del azar y del comportamiento de múltiples agentes, los cuales están sometidos a una estructura concreta. Ahí, en la base, es donde debemos trabajar y repensar. En esta base se encuentran los paradigmas, nuestras creencias más arraigadas, las cuales están incluidas dentro de un modelo mental compartido. Por ello, sólo hay dos formas de avanzar y transformar una sociedad. Una, mediante el avance científico: inteligencia artificial, ordenadores cuánticos o fusión nuclear. Dos, mediante el cambio de estructuras, comportamientos y paradigmas.

Teniendo en cuenta que sólo vemos aquello de lo que podemos hablar (Fred Kofman), este enfoque supone ver la realidad con gafas aumentadas. Aprovechémoslo.

Profesor de Economía de la Conducta, UNED de Tudela