Si Marcelo en el Hamlet de William Shakespeare decía aquello de que “algo huele a podrido en Dinamarca”, a servidor le huelen mal bastantes cosas en el caso del asesinato de Santi Coca, y no creo que sea debido a tener un olfato excesivamente fino. Sin ser mal pensado y caer en la tentación complotista, sí que se han dado una serie de coincidencias, tal vez, que hacen que las cosas dejen mucho que desear en lo que respecta a los aspectos relacionados con la justicia, que por cierto comenzará la vista del caso en unos días: el 3 del mes que viene.

No ocultaré que el que escribe tenía una relación familiar con Santi, lo que no quita para que uno puede resistirse a dejarse llevar por los meros sentimientos, e intentar echar una mirada equilibrada sobre el asunto. Podría aplicarse a estas líneas aquel dictum atribuido a Aristóteles de que amicus Plato sed magus amica veritas /amigo de Platón, pero más amigo de la verdad.

En primer lugar, vino el increíble informe de la autopsia que concluía, de manera sorprendente, que no se podía establecer relación causal entre la paliza y la muerte de Santi. ¿Nada que ver las patadas estando ya en el suelo de una banda de bestias? Nada oye, que según los doctos doctores aquello fue fruto del azar... Ese fatídico día le sonó la hora de la muerte.

Más tarde, vino la concesión de la libertad provisional a los acusados. Sin caer en prejuicio alguno, pero por lo que uno controla de estas cosas, no cabe duda de que hay gente de fiar y otra en la que es difícil depositar cierta confianza; así, unos jóvenes que se lían a hostias con un muchacho más joven que ellos, en manada, rematándole cuando ya está yacente en el suelo, sacudido con ciertas convulsiones, del mismo modo que el talante de algunos de estos muchachos, demostrado en su crueldad, cuando se han dedicado, en algunos momentos al menos, a hostigar y amenazar a la madre del fallecido, Fátima, y a su hermano Iker, que presenció la paliza e intentó proteger a su hermano echándose encima de él para evitarle más golpes en la medida de lo posible. Estos comportamientos hacen que no parezca que esa peña o, al menos algunos de ellos, no pueda ser considerada gente en la que se pueda confiar en demasía. No lo debió juzgar así el juez del caso cuando decretó la libertad provisional de los acusados. Sin ser mayormente malpensado, todo indicaba que alguno de ellos, en especial el que tiene una acusación más grave, podía escaparse a la primera de cambio. Así ha sucedido.

Como telón de fondo, no me privaré de señalar que algunos medios de comunicación, supuesta imparcialidad imperando, han dado cuartel a las posturas de la defensa de los acusados, y en su pretendido afán de mantener la objetividad y la debida equidistancia, no han prestado el debido respeto y acompañamiento, que debería ser fundamental, a la víctima y a su entorno.

Concluiré diciendo que según la agencia Efe: “La Sección Primera de la Audiencia ordena a la Ertzaintza, a la Policía Nacional y a la Guardia Civil que procedan la búsqueda y detención” de este joven de origen argelino, ya que “ha dejado de cumplir la obligación de presentarse periódicamente ante la justicia que se le había impuesto como condición para acceder a la situación de libertad provisional”. Se señala que el huido es de origen argelino, siendo precisamente sobre el que pesa, de entre los seis detenidos, la mayor petición fiscal al menos por parte del Ayuntamiento donostiarra, que se ha personado en la causa como acción popular, al atribuírsele la “última y brutal patada en la cabeza”, cuando Santi ya había perdido el conocimiento. Tanto la Fiscalía de Gipuzkoa como la acusación particular que ejerce la familia de Santi, piden 20 años para cada uno de ellos.

Conste, si es necesario hacerlo constar, que señalar el origen argelino del huido, presente en la noticia, no ha de ser interpretado como enfatizarlo para dejar paso a una visión xenófoba: 1) No significa más que decir la verdad, y 2) Más si en cuenta se tiene que el abuelo del asesinado, y padre de su madre, es de origen argelino.