- Después del tantarantán en Andalucia y el efecto justito del pirotécnico nuevo paquete de medidas anticrisis, la prensa amiga, la independientemente dependiente o viceversa, nos contó a todo trapo que Sánchez emprendía un inexorable giro a la izquierda. Joder, qué ojo clínico. De saque, nos encontramos a Pedro el Rojo aplaudiendo a rabiar a la policía marroquí por haber reprimido a sangre y fuego —¡¡¡37 muertos y decenas de heridos!!!— el intento de salto de la valla de Melilla desde Nador. "Hay que ser contundentes en inmigración", vino a confirmar la ciaboga progresista la patriótica ministra de Defensa, Margarita Robles. Ya digo que eso solo fue el aperitivo. Lo gordo, lo sustancioso, lo mollar, reside en la organización de la Cumbre de la OTAN en Madrí. Ya les tengo dicho que yo he pasado el sarampión antimilitarista de postal hace tiempo, pero, leñe, cuando acabas de proclamar que eres un gobierno incómodo para los poderosos, manda mucho carallo retratarse en actitud de sumisión perruna con los barandas de la cosa.

- Con todo, enternecen las instantáneas. Qué solicitud ante el entrañable líder del mundo libre, Joe Biden, a quien esta vez no hubo necesidad de perseguir a toda prisa por un pasillo. Debajo de la sonrisa al tipo al que le tienen que escribir en un tarjetón cómo debe comportarse en una triste comparecencia de prensa (busquen en Google), el precio. Señor Sánchez, me va usted a duplicar en un 50% la dotación de destructores en la base de Rota. Si, bwana, y los que usted crea menester; ahora, deme la mano y sonría mirando al pajarito. Y unas horas antes, exactamente lo mismo con el mero mero de la Alianza, el tal Jens Stoltenberg. Después de la palmadita en la espalda de rigor, la encomienda: España tiene que duplicar el presupuesto de Defensa. Oído, cocina, Don Jens, eso está hecho, es un placer, a mandar.

- Esto, solo en el primer día del sarao, y con la invasión rusa de Ucrania como gran comodín que sirve para rotos y decosidos. La cuestión es que, ciento y pico días después del despiadado castigo putinesco sobre la población ucraniana, queda por saber qué narices ha hecho la OTAN para impedirlo. Frente a las matracas de nuestros muy demócratas partidarios del genocidio, esos que pintarrajean zetas por doquier, lo cierto es que la organización solo ha actuado de boquilla. Como coartada, que cualquier intervención directa empeoraría las cosas y nos llevaría a una escalada militar de consecuencias impredecibles. ¿Para qué diantres, entonces, sirve la cosa? l