e leído recientemente que al estudiante que mejor nota ha sacado en selectividad en Madrid le han llovido críticas en las redes por no haber seleccionado una carrera "con salidas" laborales. Va a estudiar el joven Filología Clásica porque le da la gana y porque, como bien argumenta, es lo que le gusta. Añade que "prioriza ser feliz" a cursar estudios que, en teoría, facilitan un acceso más "exitoso" al mercado laboral. Y me hago dos preguntas. La primera. ¿Qué le importa a la gente lo que estudie este chaval? Sabrá él qué es lo que quiere hacer, con un diez en casi todo. No entiendo esa manía, que las redes sociales facilitan, de opinar de todo, de meterse en todo y con más gusto, en la vida de los demás. ¡Qué hartazgo! Segunda cuestión que se me plantea. ¿Es que todo el mundo cree que a esta sociedad solo le hacen falta ingenieras, neurocirujanas o físicas moleculares? Pues sí, falta hacen, claro. Pero en una sociedad deshumanizada también hacen falta, y mucho, profesionales de las carreras que se integran en el epígrafe de humanidades, tan denostadas. Y así nos va. La literatura, la historia, las filologías... Parece que no tienen cabida, que son carreras de losers, cuando perdedora es la sociedad que no se para a pensar, que no le gusta leer, que es incapaz de analizar, que se deja llevar y manipular. l