n grupo de padres y madres de la ikastola Laskorain de Tolosa se han conjurado para no comprar demasiado pronto los móviles a sus hijos y a los de doce años no se los regalarán por ahora. Su acuerdo les implica también a ellos, así como al uso que hacen y hacemos ahora de estos aparatos convertidos en un nuevo órgano de nuestro ser. No sabemos qué éxito tendrán estos progenitores llenos de buena voluntad, pero lo que está claro es que nuestro querido smartphone que tanto nos ayuda para muchas cosas también nos daña y nos quita habilidades porque nos hace vagos. No quedan muchos usuarios de estos aparatos que no sientan un punto de adicción a ellos. Un ejemplo es la ansiedad que sentimos cuando nos olvidamos el móvil en casa o si nos vamos a quedar sin batería y no tenemos cargador. Creo que no soy la única. Recientemente, estuve una hora en un establecimiento del sector de la estética y una niña de dos años y medio, sentada en su carrito infantil, estuvo entreteniéndose con un móvil. La pequeña no solo veía dibujos o algo similar, sino que daba órdenes al móvil con su pequeño dedito. Al menos año y medio antes de que aprenda a escribir ya sabe cómo manejar el móvil. Igual llega un momento en que esa chiquilla no aprenda a escribir las letras porque no le harán falta. l