esde que ocurrió el crack de 2008, sin que nadie lo advirtiera incluso con el entramado económico-financiero al borde del barranco por el que acabó precipitándose con las consecuencias por todos conocidas, las previsiones y los pronósticos que divulgan expertos y organizaciones de toda clase a cuenta de lo que deparará la actividad económica en el futuro conviene ponerlos en cuarentena y optar por la prudencia como modelo de conducta. Ha vuelto a quedar demostrado que el futuro es impredecible y que los modelos que se manejan para prever el comportamiento venidero de la economía responden a situaciones concebibles, sin tener en cuenta lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Al girar, puede surgir una pandemia o una guerra y ponerlo todo patas arriba. No hay más que repasar la hemeroteca para contrastar las previsiones que se dibujaban para un futuro que ya es presente, con la inflación desbocada y la economía doméstica golpeada de lleno por unos precios que han obligado a modificar el día a día de la gente, tal y como lo reconocían los guipuzcoanos en la reciente encuesta del Sociómetro foral. La capacidad del ser humano de tropezar en la misma piedra es inagotable, por eso hay que seguir leyendo y oyendo a autoridades y expertos vaticinando que la inflación regresará en buena parte a su cauce en la segunda mitad del año, lo que en un contexto tan influido por una guerra que no muestra ningún signo de llegar a su final es imposible de saber. l