o voy a decir que esté deseando que mi hija, pero tampoco mi hijo, llegue a casa con un pedo de quintillón. Porque no, porque prefiero que no. Pero lo que sí digo y repito es que quiero que mi hija sea tan malcriada como lo es mi hijo. Quiero que pueda salir y entrar sola, tomar las decisiones que quiera tomar, decir que no a lo que quiere y que sí a lo que le dé la gana. Y también lo quiero para mi hijo, pero es que lo tiene más fácil. Si el malcriado vuelve a casa borracho, pues viene, que a la Ayuso eso ni le va ni le viene, para eso es hombre. Y es que la presidenta de la comunidad en la que, al parecer solo en las terrazas de la Castellana se podía e incluso era obligado beber cañas cuando en las residencias morían cientos de personas mayores, es la artífice intelectual de una de las frases más bochornosas que he oído en los últimos tiempos en referencia a las feministas (es mucho decir, lo sé, porque estrena best seller semanales). Y dijo, así sin despeinarse: "Su forma de ver la vida propia de malcriadas que aspiran a llegar solas y borrachas, desprovistas de responsabilidades ni siquiera ante sus peores decisiones, nos abochorna a la mayoría de las mujeres". Señora, a mí me abochorna usted, y mucho, porque sobre mis decisiones, buenas o malas, mando yo, y mi malcriada hija sobre las suyas. l