ace una semana, en el CM Olarain, compartí una charla coloquio con tres jugadores de la Real: Mikel Oyarzabal, Ander Guevara y Aihen Muñoz. Era una actividad del colegio mayor con sus residentes e invitados, algunos de los cuales son jugadores de la cantera del club como en su día lo fueron los protagonistas a los que me refiero. Los tres convivieron en el citado centro, universitarios con las carreras terminadas o a punto de cerrarlas. Aun siendo muy jóvenes ambos, miraban atrás con orgullo. No negaron el esfuerzo que supone gestionar los tiempos entre el fútbol y los estudios y las renuncias a planes festivos o de ocio, sociales, etc.

Sienten orgullo de pertenecer a un vestuario en el que conviven muchos amigos cuya relación trasciende lo estrictamente deportivo. No negaron el esfuerzo de todos para acoger a los que vienen de fuera e involucrarles cuanto antes en los proyectos colectivos. Todos se sienten muy a gusto donde están y con quienes comparten objetivos. Orgullo de pertenencia. Son agradecidos con las personas que les ayudaron en el camino. Oyarzabal, por ejemplo, se acordó de Moyes y Eusebio, en tanto que Ander y Aihen hablaban de Imanol como el principal referente de sus carreras. Jueguen más o jueguen menos, no hay debate a la hora de reconocer el valor de su técnico.

Como la charla se produjo el día después de la victoria en Villarreal, el ambiente era distendido y de satisfacción por la consecución del objetivo. Relataban la alegría, cantos y bailes, del viaje de vuelta, algo así como una liberación de tensiones. Cada uno en su mundo, con la realidad que le toca vivir, muletas incluidas en uno de los casos. El perfil del jugador actual ha cambiado mucho. En la Real, desde luego. Basta escucharles para saber que hablamos de jugadores con criterio, amueblados, ni mejores ni peores pero con señas de identidad claramente destacables. Eso no se mide con goles ni resultados, pero están ahí y quizás sean parte fundamental de los éxitos de las últimas temporadas.

Era lógico que se hablara de fútbol y del partido de anoche ante el Atlético de Madrid. Se planteaban un nuevo objetivo: pelear por la quinta plaza. Conquistarla suponía mejorar los ingresos de la entidad y darle más lustre a la temporada. Para ello debían suceder dos cosas: derrota del Betis en el Bernabéu y victoria propia ante los colchoneros. Por esas decisiones complicadas de entender, los sevillanos jugaron el viernes por la noche. Empataron sin goles y sumaron el punto que necesitaban para fortalecer la quinta plaza que desde ese momento se convertía en inaccesible para la Real. La cita perdió consistencia, más aún con la decisión de asignar la hora de comienzo a las diez de la noche. A la despedida del ejercicio le recetaron un freno de mano, con talante de pausa de deshidratación. En los tres partidos de la nocturna alevosía, los jugadores pararon para beberse un txupito de agua mineral y los aficionados endilgarse un canapé de foie-gras. La del segundo periodo, acompañada de hermoso chaparrón.

El partido podía haber sido diferente. La ausencia de Silva alejaba ese punto de donosura que el canario aporta cuando está en condiciones. ¿Para qué arriesgar? Illarra fue el elegido como integrante del rombo habitual de las últimas jornadas. Volvió también Elustondo al eje de la defensa, para juntarse con Le Normand, al que le pusieron la cara a cuadros tras recibir un par de mamporros. Todo sucedió en un día en el que se vieron partidos espléndidos y emocionantes. Por ejemplo, el que lleva al Beasain a una superior categoría, el que suponía para el Manchester City ganar la Premier, remontando dos goles y estando a punto de echarlo todo por la borda. Es lo que hizo el Granada en la lucha por evitar el descenso. Jugaba en casa y disponía de esa ventaja, pero no consiguió rentabilizarla, llegando incluso a errar un penalti. Fallo trascendental, porque sus rivales Mallorca y Cádiz ganaron lejos de sus feudos. Así que el curso que viene no nos perderemos por el Albaicín.

Como el partido de Anoeta no estaba revestido de semejantes oropeles, la intranquilidad no ocupó asiento en las gradas. Iniciativa, control del juego, pocas ocasiones y el remate de Rafinha al palo como bagaje del primer periodo. Al iniciarse el segundo, Rodrigo de Paul adelantó a su equipo con un imponente derechazo que cambió claramente el panorama. Los rojiblancos se fueron arriba, mientras que la Real se desdibujó. Aún más tras el segundo tanto visitante que Correa subió al marcador. Los cambios de Imanol trataban de cambiar la dinámica, pero no fue posible, pese al compromiso del equipo por intentarlo. Januzaj no estuvo lejos de abrir la lata, pero su remate salió rozando el poste. Llegó el gol de Guridi en los minutos de prolongación sin que quedara tiempo para un segundo tanto que nivelara la contienda. La liga se acabó con el sonido de la tormenta como escenario en la media noche.

Los clubes ahora, con la competición terminada, se dedican a mirar al frente, a preparar la próxima temporada que en el caso de la Real dobla la exigencia. El descenso del Sanse obliga a pensar y repensar las decisiones. No va a ser fácil. Los demás, a pasar un buen verano y disfrutar de las vacaciones, de la sexta plaza y de las muchas cosas buenas del ejercicio.

Apunte con brillantina: cuando Loren, siendo director deportivo, con el equipo en Segunda División, confeccionaba las plantillas, la situación económica del club no aguantaba un estornudo. Se las tuvo que ingeniar para poder contratar jugadores. Conviene no olvidarse de dónde venimos. Alberto de la Bella era uno de aquellos fichajes. Lateral izquierdo para un proyecto que terminó por ser feliz para todos, una vez que se consumó el ascenso. Han pasado casi quince años desde entonces. Ahora que anuncia su retirada, afloran valores, recuerdos y virtudes de un jugador que cayó muy bien en el vestuario, que se hizo amigo de quienes lo siguen siendo, que se comprometió con la camiseta txuri-urdin como el que más y que respetó a todos, dentro y fuera del terreno de juego. Me apetecía destacar a la persona. Tal vez pudiera haber escrito algo parecido de Nacho Monreal, pero no nos conocemos.