a declaración de amor más bonita hacia los libros no se la he escuchado decir a un escritor sino a un político: al juntero del PP en Gipuzkoa, Juan Carlos Cano. Fue en una entrevista, en este mismo periódico, las pasadas elecciones y atendiendo a una de esas cuestiones que son un poco de relleno para conocer el perfil personal del candidato. Mi compañero Jurdan Arretxe le preguntaba cuál era el último libro que había regalado. Ni siquiera leído, regalado. Cano daba una respuesta memorable que todavía hoy recuerdo, pero que por si me patina la memoria acabo de comprobar (NOTICIAS DE GIPUZKOA 20 de mayo de 2019, página 16): "Soy poco de regalar libros, porque no sé cómo los van a cuidar. Soy un enamorado de los libros, tengo más de mil y una de mis preocupaciones es qué será de esos libros cuando no esté aquí". Son dos frases magníficas que sintetizan el amor incondicional a los libros, nada de regalar por regalar porque no sé cómo vas a cuidar ese libro, pero sobre todo me impresionó ese miedo, esa preocupación que tenemos con la familia, con los amigos, con nuestros seres más queridos: qué va a ser de ellos cuando nosotros ya no estemos. ¿Habrá alguien que quiera tanto a nuestros libros?, ¿los separarán?, ¿acabarán en un rastro, en la basura, serán adoptados por otro lector? y acaso, ¿nos echarán ellos de menos?