o mejor de cumplir años es que, de vez en cuando, le haces un quiebro a ciertas estadísticas sombrías. De las 36 personas que fallecerán en las carreteras en Semana Santa, una de ellas es vasca, de 46 años, dos menos que quien suscribe. No estoy en las quinielas, aunque, por si las moscas, conduzco estos días como si lo estuviera. La campaña de tráfico de Semana Santa hace bien en advertir que sobre el asfalto conduce a mil por hora ese esqueleto con guadaña, siempre imprevisible, que no sabe viajar solo y busca compañía. Hay que hacer todo lo posible estos días para no ocupar la plaza de copiloto junto a la calavera. Pero la campaña en cuestión da una vuelta de tuerca con un pronóstico big data que detalla cuántas personas morirán y su perfil demográfico. Gracias a la inteligencia artificial, han analizado más de 90 millones de viajes y han contabilizado más de 500.000 accidentes. Estos datos sirven para predecir cuántos serán hombres y mujeres, el día y la hora o en qué vehículo viajarán. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Con el curso de los años nos dirán también si son rubios o morenas? ¿Sabremos sus nombres y apellidos? ¿Me anunciarán que voy a perder la vida en la A-6, en el punto kilométrico 180 en Tordesillas? El debate en torno a la ética de los datos puede ser más preocupante que las carreteras.