an sido decenas las caravanas solidarias organizadas para transportar toda clase de material de primera necesidad; cientos los niños y las niñas acogidos en verano; incontables las declaraciones y acuerdos políticos suscritos en ayuntamientos, juntas y Parlamento en favor de su causa y por el reconocimiento de su derecho a la libre determinación. Pocos motivos hemos visto en este país que hayan concitado un grado de adhesión como el que han expresado los ciudadanos vascos, sus organizaciones sociales y sus partidos políticos en los últimos 40 años. La hemeroteca está ahí como testigo de que el derecho que asiste a los saharauis a decidir libremente su futuro era un principio incuestionable, tanto en Euskadi como en el Estado. Hasta que Pedro Sánchez, con nocturnidad y de forma unilateral, ha pegado un volantazo tan brusco que el consenso sobre la causa saharaui y la cada vez más deteriorada confianza entre los socios de Moncloa y de este con sus apoyos, han salido despedidos, dejando colgados del parachoques a los cargos políticos socialistas, obligados a defender una maniobra de realpolitik que avergüenza la más mínima ética política. Sánchez vuelve a jugar al rey Sol, aplicando a los cargos de su partido la misma medicina que quiso que probaran sus aliados con la reforma laboral: un indigesto trágala.
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