os efectos de la crisis económica, social y política provocada por la pandemia del covid-19 están provocando tal nivel de incertidumbre a nivel mundial que nadie a ciencia cierta puede vaticinar hoy, lo que va a ocurrir en los próximos meses porque la aparición de una nueva variante del virus puede trastocar por completo las reglas de funcionamiento en las que hasta ahora se asentaba la economía mundial.

Paradójicamente, esta situación que ha impactado de manera terrible en el modelo de sociedad al que estábamos acostumbrados a vivir hasta ahora, está acelerando una serie de actuaciones que tienen que definir un futuro, -de momento, incierto-, a favor de la transformación tecnológica y digital de las empresas, la transición ecológica, así como la social y sanitaria, que parte de una sociedad envejecida con unas tasas de natalidad muy bajas y un replanteamiento de los servicios derivados del estado de bienestar. Y todo ello, en medio de un incremento importante de las desigualdades sociales.

Y en este contexto de cambio, también está aflorando en todo el mundo la necesidad de una modificación en el modelo de empresa hasta ahora conocido, jerarquizado en su funcionamiento y con el único fin de maximizar la rentabilidad de la inversión realizada por los accionistas, por otro, en donde los trabajadores empiezan formar parte del proyecto empresarial en términos de gestión y resultados, que no del capital. A esos dos modelos, hay que añadir otra forma de entender la empresa cuyo objetivo sigue siendo hacer negocio pero con unos resultados que tienen un gran componente social como es el de generar riqueza y socializar los beneficios mediante la generación de puestos de trabajo.

Y en este terreno, cabe destacar los planteamientos de la Business Roundtable, -uno de los principales lobbies empresariales de Estados Unidos que agrupa a 181 ejecutivos de empresas como Apple, Exxon, JP Morgan o Walmart-, que ha planteado que los beneficios de un accionista pasan a ser un objetivo más, frente a la protección del medio ambiente, fomento de la diversidad, la inclusión, la dignidad y el respeto, dentro de un proceso que trata de lograr que el capitalismo se vaya incorporando a posiciones más sostenibles e incluyentes.

Precisamente, el economista francés y especialista en desigualdad económica y distribución de la renta, Thomas Piketty, ha manifestado hace unos días, que el poder debe ser distribuido de una manera mucho más igualitario en las empresas. "Los representantes de los trabajadores deberían de tener el 50% de los derechos de voto en el consejo de administración y el 50% de los derechos de voto de los accionistas. Un solo accionista no debería de tener más del 10% de los derechos de voto en una gran empresa porque las decisiones que hay que tomar en una empresa son tan complicadas que no es posible que un solo individuo controle todo el poder de decisión y lo concentre para siempre", subrayó.

Y aquí, a pesar del gran desconocimiento que PIketty demuestra del mundo cooperativo, es donde aparece el modelo de Mondragon, donde los trabajadores son dueños de sus empresas con derecho de voz y voto, en lo que constituye todo un ejemplo de resiliencia en todas las crisis hasta ahora conocidas. Esa fortaleza es generada por ese espíritu de lucha que forma parte del ADN de Mondragon, quizás por haber nacido en una situación económica y política muy complicada, y partir de unos valores como el del auzolan y la ayuda mutua muy arraigados en la sociedad vasca.

Y esos valores, son los que parece han llamado la atención de la revista francesa, especializada en la economía y tecnología del mundo industrial, L'Usine Nouvelle, que, en su último número, ha dedicado un extenso reportaje a mostrar a sus lectores la experiencia cooperativa Mondragon. "En el corazón de la galaxia Mondragon, la mayor cooperativa industrial del mundo", titula el reportaje la revista económica francesa para completar la afirmación con el subtítulo: "En pleno País Vasco español, Mondragon es la mayor cooperativa industrial del mundo. Un modelo que combina competitividad, empleo local y reparto de la riqueza". El trabajo periodístico hace un recorrido por las cooperativas de la división industrial de Mondragon más representativas, así como Lagun Aro, el centro tecnológico Ikerlan o el centro de formación Otalora y se completa con una entrevista al presidente de Corporación Mondragon, Iñigo Ucin.

La revista francesa justifica esta inmersión en el grupo cooperativo Mondragon en el análisis de un "modelo de gobernanza atípico", que genera unas ventas en el último ejercicio, de 11.500 millones de euros, de los que 5.300 millones corresponden a la división industrial, en lo que significa un nuevo respaldo y reconocimiento internacional de la experiencia cooperativa impulsada por José María Arizmendiarrieta hace 66 años en lo que constituye, sin ánimo de exagerar, la gran aportación vasca al mundo en el siglo pasado.

Prueba de ello es el interés que el grupo cooperativo Mondragon despierta en el extranjero, -el año pasado, un periódico de tanto prestigio y reconocimiento como The New York Times publicó un extenso reportaje en el que destacaba la experiencia de Mondragon como un modelo alternativo a las empresas de capital-, en contraposición con la incomprensión que se dan en determinados ámbitos políticos, económicos y sociales de este país sobre las compañías de economía social.

Tal y como dice el presidente de Corporación Mondragon, Iñigo Ucin, "la diferencia entre una cooperativa y una sociedad anónima no es la competitividad, sino la forma en que se reparte la riqueza creada", lo que da lugar a un aumento del salario medio de los trabajadores y del empleo con lo que se reducen las desigualdades sociales. "Es una forma diferente de hacer negocios, que pone a las personas en el centro", afirma Ucin en la entrevista, donde destaca un valor intrínseco al mundo cooperativo como es el de la sostenibilidad. "Vemos a nuestras cooperativas como un legado, que debemos dejar a la siguiente generación, en una situación mejor de la que nosotros nos la encontramos", concluye.

El hecho de que la actividad de las cooperativas de Mondragon ha originado a su alrededor una de las sociedades más igualitarias de Europa se puede corroborar analizando los parámetros económicos de la comarca de Debagoiena, donde se concentran el mayor número de empresas del grupo, en términos de PIB, rentas de trabajo y familiares. De la misma forma, la copropiedad de las empresas por parte de sus trabajadores junto a esa vocación de continuidad del proyecto cooperativo como un legado para las generaciones venideras, están actuando de antídoto frente a esa dinámica de venta de empresas de capital a manos de fondos de inversión que se están produciendo en los últimos años en Euskadi, y que, de seguir con ese ritmo, va a hacer que las únicas compañías de capital vasco y con arraigo en el país, sean las cooperativas y las firmas participadas por los trabajadores. Cuestión de valores.

"En el corazón de la galaxia Mondragon, la mayor cooperativa industrial del mundo", titula el reportaje de la revista económica francesa