as consecuencias dramáticas son siempre las mismas, pero el comportamiento de los ríos de la vertiente cantábrica es muy diferente al que muestra el Ebro. En Gipuzkoa, las inundaciones se producen en cuestión de horas y, por esa razón, es difícil prever hasta donde crecerá el caudal y si este, finalmente, se desbordará en un uno u otro punto de su cauce, dejando poco tiempo a la reacción de los afectados. En la Ribera de Navarra, en cambio, la espera se hace larga, demasiado larga. Pueden ser días hasta alcanzar su punto más alto. Cabe prevenir, pero la cantidad de agua es tan enorme que es imposible ponerle freno. Sabes lo que va a ocurrir y en qué momento sucederá, por lo que solo queda pendiente la respuesta de hasta dónde llegará. Al final, como hemos dicho, las consecuencias son dramáticas siempre, sea una inundación que dure unas horas o días, como ocurrirá en muchos campos de la Ribera donde el agua tardará en desaparecer. En la anterior avenida del Ebro recuerdo pasar por la autopista una semana y pico después y ver todavía miles de litros de agua anegando los campos de cultivo. Campos que, precisamente, muchos deben su riqueza a ese propio río del que beben y que, de vez en cuando, se cobra con intereses el fruto obtenido.