lgún lector se interesa extrañado por mi referencia al Desastre de Annual, unos 10.000 soldados muertos, del que ahora cumplimos el primer centenario y la aniquilación del Regimiento Alcántara 14 de Caballería en julio de 1921 cuando trataba de proteger la evacuación de los miles de soldados atrapados en una gigantesca emboscada. Ese acontecimiento histórico, ejemplo de incompetencia militar, por su trascendencia, marcaría el devenir del siglo XX para España. Se ha escrito bastante al respecto, malo y bueno. Lo último y además muy recomendable, El vuelo de los buitres. El desastre de Annual y la guerra del Rif, de Jorge M. Reverte y colaboradores, editado por Galaxia Gutenberg.

Esta homilía lleva siempre el mismo título genérico, Una única salud, traducción del One health, un modelo diferente de actuación que venimos proponiendo desde los sectores más progresistas de la salud pública, especialmente desde la Veterinaria, que preconiza la interconexión de la salud humana, la salud animal y los factores ambientales a la hora de abordar los retos sanitarios que nos plantea el presente siglo. La iniciativa avanza lentamente. Demostrar que esta filosofía supondrá un incremento de número de votos para el político es una tarea de titanes. Para el común de los mortales es mucho más sencillo comprenderlo.

La pandemia ha situado en primer plano la prevención, siempre postergada, al no ser ni tan prestigiosa ni tan valorada por la sociedad como la medicina asistencial. Son aquellos famosos epidemiólogos, ya olvidados. Hubo un momento en el que cualquier médico era epidemiólogo. Las pandemias zoonóticas -enfermedades de origen animal, que afectan al humano- como la que ahora padecemos son el resultado de la forma en que la humanidad se relaciona con los animales, alterando los ecosistemas naturales, reduciendo la biodiversidad y facilitando la propagación de patógenos.

Algo se mueve. Se ponen en funcionamiento redes de detección temprana de enfermedades emergentes respaldadas por la Organización Mundial de la Salud, o por el G20, que ha apostado por combatir la resistencia a los antibióticos y se está apoyando a la ciencia, con lo que será más fácil actuar en las siguientes pandemias.

El calentamiento del planeta como consecuencia del cambio climático favorece la movilidad de vectores, nuevos insectos en nuestro entorno hasta ahora desconocidos, transmisores de enfermedades inexistentes en nuestras latitudes. La sobreexplotación de la vida silvestre (en 2018, entre Brasil y el Congo se deforestó para cultivar soja para el ganado y para las personas lo equivalente a las provincias de Ciudad Real, Cáceres y Badajoz, originando desplazamientos de animales y personas sobre zonas no habitadas por nuestra especie hasta ahora), el mal uso de los antibióticos y, por último, la globalización, que permite moverse de una punta a la otra del planeta en cuestión de horas, transportando con nosotros toda la carga microbiológica como equipaje y dispersándola, constituyen factores que incrementan de manera considerable las posibilidades de “saltos entre especies” de virus y otros agentes y su rápida expansión y requieren el aporte, intervención y colaboración de equipos profesionales multidisciplinares, no sólo de la Medicina, que provengan de los sectores de la salud humana, animal y ambiental.

Más del 60% de las enfermedades infecciosas que padecen las personas son zoonosis. La prevención de enfermedades en los animales, no solo protege su salud y bienestar, sino que es uno de los pasos más efectivos que podemos dar para proteger la salud de las personas. La rabia, la brucelosis, la tuberculosis, la covid-19, el ébola o la salmonelosis, son algunas de las muchas enfermedades de origen animal a las que el hombre es sensible y que deben inducirle a adoptar políticas más coherentes, de conjunto (holísticas) y capaces de adaptarse a las circunstancias con resultado positivo (resilientes) en el tiempo.

Y en estas estamos, cuando nos informan que, en una granja avícola en la provincia de Hubei, China, se ha confirmado un caso de infección humana con la cepa H5N6 de la gripe aviar. El virus H5N6 es una de las distintas versiones de gripe potencialmente peligrosas, que se detectó por primera vez hace ocho años en Laos y luego se extendió a China y otros países.

Desde 2014 se han comunicado a la OMS una veintena de fallecimientos a causa de este virus. El infectado es un hombre de 55 años que se encuentra hospitalizado en la ciudad de Bazhong. Mostró síntomas de fiebre el 30 de junio y dio positivo al virus el 6 de julio. Se activó una respuesta sanitaria de emergencia, sacrificando todas las aves de corral de la zona. Todo parece estar controlado. El riesgo de contagio, dicen, es mínimo. Peligro.

Mientras tanto, el Servicio Federal de Supervisión de la Protección y el Bienestar del Consumidor ruso ha informado a la OMS de que al menos siete empleados de una granja avícola en el sur de Rusia han sido diagnosticados con un nuevo tipo de gripe aviar A (H5N8), capaz de propagarse de las aves a los humanos. No obstante, esta variante no se transmite, por el momento, de persona a persona, advirtiendo de que la rapidez de las mutaciones le podrán permitir superar esta barrera, es decir, el virus puede “aprender” a transmitirse entre los humanos, agregó la jefa del Servicio que se ocupa de la salud pública en Rusia.

Para quitar el mal sabor de tanto virus, unas delicias de Maskarada de Lekunberri (txistorra, chorizo con pimentón de Espelette, un acierto, jamón y lomo). Todo colesterol, pero autóctono, de Euskal Txerri. Calabacines rellenos de xapo y langostinos. Cerezas. Tinto crianza Don Jacobo, de Navarrete. Hoy no hay escocés. Hago el paseíllo a Illumbe para que me pongan el segundo garapullo de AstraZeneca, para aliviar el stock de esta vacuna que dicen, guarda Osakidetza. No entiendo nada. Hace unas semanas decían que no había para los esenciales. ¡Comunicación y transparencia!

Más del 60 por ciento de las enfermedades infecciosas que padecen las personas son zoonosis