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Mesa de Redacción

Jurdan Arretxe

Tren nocturno

ará en verano dos años de un viaje de Irun a Galicia que arrancó con un golpe de claqueta cuando el tren partió. Una película en la que dos señoras que iban a un pueblo a comprar una propiedad se pidieron una copichuela de champán en el vagón-bar cuando el convoy cruzaba las faldas de la Ribeira Sacra. Nosotros -dos criaturas de la letra y quien firma- llevábamos libros y periódicos de los que no transmiten el covid-19. En principio todo para leer, pero en un viaje de estos de casi doce horas no da tiempo. Para cuando te pones, ya has llegado. Más en aquel vagón de tanto estímulo, atracción y distracción. Los días siguientes en las calles de Vigo y Pontevedra -capital- se nos hizo de noche, aunque no en aquel viaje de tren. Llegamos a Guixar de día y sin saber qué sería de aquellas dos señoras -una no estaba convencida con la operación- que se apearon en Monforte de Lemos, ciudad que hasta entonces vinculábamos a Francis Cagigao, el scouting más famoso de la historia de la Real. Historias de tren, donde la gente viaja más relajada que en un avión. Tiene más tiempo e historias que mostrar. La Europa al otro lado de los Pirineos quiere trenes nocturnos a la orden del día cuando acabe la crisis. Nuevos tiempos, viejos viajes. La de libros que nos quedarán por leer.