A medida que vemos más bicis en la calle, oímos más voces pidiendo matriculación y pago del impuesto de circulación. Como usuaria de la bicicleta estaría dispuesta a asumirlo, siempre que se establezca proporcionalmente al impacto de cada vehículo en la ciudad y en el planeta. Es decir, pongamos impuestos en función de la contaminación provocada, el espacio público ocupado (tanto circulando como en aparcamiento), el arreglo constante de las calzadas, el impacto acústico, el gasto sanitario derivado de la contaminación (cáncer, enfermedades respiratorias y coronarias, etc.) y de los accidentes de tráfico y atropellos, así como el gasto público dedicado a los permanentes planes renove de vehículos, las subvenciones para comprar coches. Yo estaría encantada de pagar el impuesto que me correspondiera, pero me temo que una importante parte de la población empezaría a temblar si tuviera que pagar su parte proporcional.