i el coronavirus pretendía ser un ejercicio de autorresponsabilidad que no sé si hemos aprobado, el teletrabajo se me antoja parecido. Tiene sus cosas buenas y malas, pero lo cierto es que pese al enorme valor mostrado, las empresas no terminan de fiarse de nosotros y aseguran que la productividad baja. Y puede que tengan razón. Espero equivocarme, pero es probable que hayamos desperdiciado una ocasión de oro para romper esquemas mentales anquilosados, organizaciones de trabajo de sota, caballo y rey; y que, en definitiva, estemos pidiendo a gritos que nos azoten con una vara. Sin vara, no hay tu tía. Son muchos los ejemplos. Y no les quito la razón a quienes aseguran trabajar más y mejor desde su habitación, solo digo que se olvidan de que en la viña del señor vivimos personas de todos los colores y que los magos del escaqueo, sin ojos que les vigilen, campan a sus anchas. Ya lo decía un amigo, el más sabio de todos, tras cambiar de trabajo: "Todas las empresas funcionan igual. Salen adelante porque hay gente que hace el trabajo de los que no hacen su trabajo". Luego hay otros aspectos, como que te dejes la ventanilla del coche sin cerrar bien y cuando cojas el vehículo para volver a la oficina dos meses después descubras un pozo dentro.