Diagnóstico en Pedro Sánchez un estómago revuelto: lleva más de una semana tragándose sus palabras. Aquellos monólogos gigantescos y lentos sobre Catalunya: no, no y más no; sobre Podemos: jamás, jamás, y nunca jamás; se han convertido en un tal vez y un depende. De acuerdo, a estas alturas ya hemos aprendido que el lenguaje político está diseñado para conferir solidez a lo que no es más que puro aire y que en el juego político todo está entrelazado con mil hilos. En esta última semana también hemos aprendido que en política la velocidad es poder y, por eso mismo, recién acabado el recuento electoral, al confirmar su somero triunfo, Pedro Sánchez llegó a la misma conclusión que Pirro rey de Epiro: “Una victoria más sobre los romanos y estaremos completamente perdidos”. Así que se puso a recabar apoyos para la investidura y, si fuera posible para la legislatura, incluso para conformar gobierno. El orden lógico habrían sido esos tres pasos. Pues no. Lo inmediato, la velocidad es poder, fue llegar a un acuerdo con quienes cogobernaría, empezando al parecer por la distribución de carteras ministeriales. La alegría de UP se hizo visible en el abrazo de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez, que recordaba la imagen del náufrago abrazándose a la tabla salvadora. Como actualmente no se penaliza el engaño político y si no hay alternativa a la democracia no queda otra que tolerar sus defectos, un importante número de ciudadanos ha aceptado con llamativa normalidad el abrazo y sus consecuencias.
El PP y Ciudadanos parecen sonámbulos de manos y pies torpes. Entre las dos últimas elecciones malgastaron su tiempo enquistados en un permanente no a todo en la idea de que atacar es una alternativa al diálogo y no una agresión en sí misma. Y ahora están ensimismados en un mundo de síes condicionales. Si hubiera hecho esto: aceptar formar un gobierno con el PSOE tras las elecciones de abril, abstenerse ante la investidura; si hubiera hecho lo otro: no franquear el paso a Vox, centrar su discurso. La consecuencia de ese sonambulismo es para el PP la inoperancia y para Ciudadanos su desintegración.
Amparados en el miedo y contando con el recrecido sentimiento nacionalista español, Vox y a su remolque el PP y Ciudadanos dirigen su golpe de fuerza en un punto decisivo: Catalunya. Allí se encaran dos bandos. Uno de ellos, los unionistas, percibe en la actuación de las instituciones catalanas y partidos soberanistas un golpe de Estado permanente. El otro, los independentistas, no ve en sus actuaciones más que una democracia que funciona como debe y enarbola el derecho a decidir a pesar de la Constitución. Tal encontronazo se mantiene en tablas, opino que debido a la contención de Esquerra Republicana y el PSC. Parece como si ninguno de los bandos estuviese por el momento dispuesto a ir más allá de las declaraciones políticas de grueso calibre y de las movilizaciones cada vez más agresivas o de la intervención policial y judicial y las advertencias de suspensión de la autonomía catalana.
Lo mismo sucede con la quiebra de la cohesión social: son siempre los pobres a quienes les toca la pajita más corta en la lotería de la vida. La pertenencia a la población de riesgo, de los a punto de exclusión social, es la explicación del fenómeno electoral de Vox. Por ejemplo, en Barcelona, donde sus mejores resultados fueron en el distrito de Nou Barris, población con menor renta y gran número de inmigrantes, y en San Gervasi, el distrito de renta más elevada con población enteramente local. Los a punto de exclusión y los españolistas de fortuna confluyeron en votar a quienes les prometen protección, frente al inmigrante y frente al independentismo.
En tiempos de crisis, dijo Churchill, todo se halla en constante movimiento, siempre y de forma simultánea. Tal vez tenga razón Pedro Sánchez en moverse con rapidez y como el fascismo no conoce formas de compromiso habrá que ponerle en su sitio con el concurso de todos quienes por no temer al lobo tampoco tenemos miedo de entrar en el bosque.
Estas semanas, en las que en Euskadi por todas partes se siente el agua mientras la tierra esponjosa y pesada se comba bajo el peso del cielo, deberíamos dedicarlas a reflexionar sobre nuestra aportación a la salida de la encrucijada española. No debemos temer a la virulencia de la derecha ante un apoyo al PSOE para formar gobierno. Hasta el mismo Cristo sufrió las murmuraciones de la gente, acusado de aceptar la invitación en casa de Zaqueo: “Se ha hospedado en casa de un rico pecador”. “Él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.” (Lucas 19:1,10). Espero que esta cita bíblica no le revuelva más el estómago a Pedro Sánchez.