Cesta punta. ¿Jai-Alai?
Cuando el padre de D. Pío Baroja, el creativo D. Serafín, denominó a la modalidad de la pelota de cesta punta Jai Alai en 1887, comenzó a rodar por todo el mundo la pelota vasca.
Esa fiesta alegre, Jai Alai, que no necesita traducción, por lo vibrante, emocionante y -por qué no- elegante que lo identificaba, traspasó fronteras, siendo los frontones las verdaderas embajadas del País Vasco-Euskadi, así como su emblema por casi todo el planeta.
Frontones repletos, con asistencia desde la crème de la créme hasta el más humilde de los mortales, gozando de un deporte maravilloso que transmitía sensaciones fantásticas. Con pelotaris con aureolas de estrellas y otros con las “Américas hechas” o con la ilusión de hacerlas, aunque fuesen en Macao, México, Milán, Filipinas o Madrid.
Continuó con su halo de plasticidad única, durante el siglo pasado, ofreciendo espectáculo, juego, deporte... hasta que por circunstancias negativas de toda índole, su fiesta decreció y su alegría se marchitó.
Hoy unos héroes (expelotaris, padres de pelotaris, aficionados, nostálgicos...) aferrados al amor incondicional que procesan a este espléndido, auténtico y muy vasco deporte, piden ayuda.
Tras hacer un papel vital para la cesta punta, con la unificación de escuelas (xistera), mantenimiento de estas, dando clases magistrales solo con la gratificación de que en los frontones vuele otra vez la pelota y los chavales tengan ilusión, programando competiciones entre las escuelas...
Piden ayuda material, sí, necesaria, muy necesaria, pero también que se creen escuelas urgentemente para que haya una continuación de los artesanos que trabajan las maderas para los armazones, los que realizan las cestas, las pelotas, jueces...
También como súplica casi, que se visualice mucho más en televisión, que se ayude a los frontones a programar festivales.
Pero sobre todo, que las excusas actuales que se emplean para que la cesta punta no salga de su tristeza, dejen paso a un esfuerzo de todos los agentes implicados para el renacimiento de lo que siempre fue y debería ser: Gure Jai Alai bizirik.