Hay quien se enfada bastante cuando una institución, o un particular, pregunta sobre un determinado modelo festivo, y curiosamente no siempre se enfadan los mismos: el cabreo va por barrios –y por ideologías–. Así, a un sector en Pamplona le molesta muchísimo que el Ayuntamiento quiera saber la opinión de los vecinos sobre las corridas de toros, como si el mero hecho de interesarse por ello rompiera un tabú atávico. Los sanfermines son así y punto, porque siempre han sido así y, si no te gustan, te vas. O no vengas.

Claro que ocurre igual en otros parajes, pero al revés. Vaya usted a cuestionar, sea como peatón, sea como político, el espacio físico y simbólico que ocupan las comparsas en Bilbao, y comprobará que a un sector de la Villa el solo hecho de intentarlo le molesta muchísimo, como si proponer otro sistema de participación rompiera otro tabú atávico. Aste Nagusia es así y punto, porque desde que se renovó hace casi medio siglo siempre ha sido así y, si no te gusta, te vas. Jai herrikoiak defendatu!

Cambia la sociedad, cambia la juventud, pero ciertos asuntos es mejor no menearlos, pues las fuerzas conservadoras, de un color o de otro, arriba y abajo, no están para bromas. Eso de que la “la duda ofende” no es una frase hecha: a veces ofende. Porque, ojo, ni siquiera se aboga por prohibir las corridas ni las txoznas, que tan lejos no llegamos. Bastaría poder debatir sobre ello sin que nadie se arrogue la representatividad popular, que allí y aquí la dan las urnas. Es más, yo me conformaría si las fiestas en general durasen menos, por ejemplo, cinco días. Ya ven qué revolución.