En casa tenemos una perrica heredada. El otro día me dio un disgusto morrocotudo. Se me escapó de los jardines, supongo que por un cohete o pelotazo de la Policía, que esta temporada está muy movida la cosa a cuenta del gaztetxe Maravillas. Un asunto tonto, en mi opinión. Pónganles de una vez por todas un gaztetxe (casa de los jóvenes) decente a los jóvenes. Pues bien, se me escapó y la busqué por todos los jardines y me di una paliza soberana gritando y silbando. Me volví a casa, convencido de que estaría en la puerta y apareció dos calles antes. Le eché una bronca soberana y ella me miraba como nadie me ha mirado nunca. Para mí es feúcha, pero lista y elegante como ella sola. En la familia le dicen preciosa.

En fin, cosas del querer.