hace un par de semanas, en un recorrido por el entorno del monte Urdaburu, en el parque natural de Aiako Harria, Nuria, la guía, nos pidió que nos detuviéramos frente a una valla. A nuestro lado, un joven hayedo, fruto de un proyecto de repoblación con especies autóctonas en un terreno de titularidad pública, que desprendía vida. Al otro lado de la verja, en una finca privada, un extenso bosque de eucalipto plantado por su rápido crecimiento y su elevado rendimiento económico, en el que nos llamó la atención un suelo yermo en el que no crecía ninguna otra especie más allá de la oriunda de Australia. Continuamos la marcha y nos adentramos en un imponente bosque de lo que parecían abetos. Se trataba, en realidad, de Chamaecyparis lawsoniana o falso ciprés de Lawson, una especie procedente de Norteamérica introducida hace tres décadas para repoblar un suelo que había sido pasto de las llamas. Caminamos bajo sus densas copas sin escuchar el canto de un solo pájaro, mientras Nuria nos contaba que el falso ciprés es un árbol altamente invasivo, que se reproduce espontáneamente y que ya comienza a introducirse en un hayedo cercano protegido por su alto valor ecológico. La especie autóctona frente a la foránea. La diversidad biológica frente al rendimiento económico. Para reflexionar.