La Diputación y los madereros
Continuando con su reconocida fidelidad anual, la Diputación Foral de Gipuzkoa ha vuelto en 2017 a dotar de marco legal a lo que llaman “el mantenimiento, la mejora y el desarrollo de los bosques de Gipuzkoa”, a lo que destinan 2.800.000 euros, un 40% más que en 2016.
Aun siendo un presupuesto importante, teóricamente no nos debería extrañar. Al fin y al cabo, en Gipuzkoa disponemos de once tipos de hábitats forestales que se encuentran amenazados y a su vez protegidos por la legislación comunitaria. Según el último informe de evaluación de hábitats de interés comunitario remitido a la Comisión Europea, nuestros hayedos, robledales y demás bosques naturales se encuentran en mal estado de conservación ecológica. No hay que olvidar que la normativa comunitaria obliga a la Administración competente (Diputación) a conservar y corregir las afecciones detectadas, y para 2020 la mitad de estos once tipos de bosques deben ser revertidos a una buena situación ecológica.
Nuestra extrañeza empieza cuando la orden de subvenciones comienza a detallar: sólo se destinan 134.000 euros en inversiones para el mantenimiento y mejora de los bosques naturales, es decir, menos del 5% de las ayudas de 2017. ¿Suficiente? O por encima de cumplir la ley, ¿la Diputación busca otros objetivos ocultos? Por ejemplo, ¿premiar a las empresas del sector, el lobby maderero?
Y la respuesta nos deja perplejos: la mitad de las subvenciones, es decir, 1.392.000 euros se dirige a financiar la tala de pinos insignis maduros de 40 o más años, derribando los pinares de mayor biodiversidad. Es decir, además de beneficiarse los forestalistas de la venta de su madera, reciben incomprensiblemente como premio dinero público extra, ¡siendo además libre la opción de repoblar con eucaliptos!
Y aquí está el escándalo de la Diputación, pues subvenciona la venta en el mercado de la madera de pino privada, además de financiarles a los madereros todo el ciclo de su actividad: la plantación de los pinos, la instalación de cierres, la reposición de plantas, las limpiezas de maleza, y el abonado o las podas durante doce años. Parece que a la ciudadanía no le sale muy barata la madera de pino en el mercado, pues la pagamos a escote siete veces antes de su transformación en muebles o papel.
Las ayudas que deberían destinarse a la recuperación de los maltratados bosques naturales de Gipuzkoa se reconducen a los bolsillos de los madereros, blindando la política forestal intensiva secular de esta Diputación, y de los particulares y asociaciones que se alimentan en su pesebre. A esto llama la actual Diputación gobernada por el tándem PNV-PSE gestión sostenible del bosque, aunque sabe por descontado que en realidad están hablando de la explotación intensiva de plantaciones de pinos y de la destrucción del patrimonio natural de nuestros bosques.