De compras por Europa
En junio del 2016 se celebró en Gran Bretaña el referéndum del brexit. Como se sabe, los jóvenes, las grandes ciudades y las periferias escocesa e irlandesa se alinearon a favor del Remain (quedarse). Los votantes maduros, las ciudades pequeñas, medianas y la campiña inglesa dijeron que querían irse de la Unión: 17,4 millones de ciudadanos ingleses dieron el sí al brexit.
Los resultados de las recientes elecciones no se comprenden sin este contexto. La campaña electoral se reorientó cuando el Partido Laborista decide romper el cuadro de mando que impone el Partido Conservador y el líder laborista -Jeremy Corbyn- habla y convence de los problemas reales que, en gran medida, ocultaba el poder enunciador del brexit; jóvenes con expectativas frustradas y destinos laborales inciertos, salarios bajos para una mayoría de la población, servicios sociales deteriorados, infraestructuras inadecuadas, elites envejecidas alejadas de los problemas reales, carencia de vivienda, tasas universitarias inalcanzables para muchos ciudadanos. El manejo de la crisis política y de seguridad ciudadana que desatan los atentados terroristas de Mánchester y Londres cerró el círculo. El periodo electoral descubre que hay valores sociales y políticos que movilizan y situaciones sociales que no se sostienen a medio y a largo plazo, aunque puedan paralizarse de forma momentánea con llamadas genéricas al ofendido honor inglés, a la restauración del imperio o a la negociación del brexit. Los votantes más jóvenes, afectados por la lógica social del gobierno conservador, la crisis económica y el cambio socioeconómico que transforma la estructura productiva de la isla, y las clases medias que viven con dramatismo el desmontaje de su estatus social, se unen a sectores tradicionalmente votantes del laborismo para relanzar el viejo partido socialdemócrata y hacer de Corbyn el auténtico ganador de las elecciones. Theresa May paga por la prepotencia en la relación con los ciudadanos, por el manejo del tiempo político y los discursos vacíos tan alejados del contexto vital de millones de ciudadanos ingleses, la audacia de la ambición para quedarse con todo y coronarse con mayoría absoluta. Su futuro no parece alentador, la mayoría minoritaria que tiene en el Parlamento le augura tiempos difíciles, tanto con los miembros de su partido como en las negociaciones con Bruselas y en la posibilidad o no de la recuperación de la calidad de vida de sectores sociales británicos apartados de los éxitos de la economía y de las oportunidades que se ofrecen. Parece que comienza otro ciclo político.
Las enseñanzas del caso inglés son claras:
- El voto joven, si participa -como ha ocurrido en las recientes elecciones - tiene un peso significativo.
- El carácter urbano del voto define estrategias políticas complejas.
- La negación del futuro, proceda por el desmantelamiento de servicios públicos esenciales, la reducción de las instituciones del estado del bienestar o las consecuencias de la desindustrialización, tiene peso político y orienta el voto de oposición, de tal suerte que quien quiera ganar debe leer bien las situaciones concretas, la falta de crecimiento y el progresivo empobrecimiento de sectores populares.
- Los mecanismos políticos de la democracia depuran y castigan a los que no hacen bien su trabajo.
- La motivación por el cambio es el sustrato que siempre está presente en las sociedades, hay que esperar el momento y las circunstancias para que se movilice.
- La política no encierra a los votantes entre opciones dicotómicas, se abre a escenarios y posiciones no tradicionales, en ocasiones híbridas pero que, en todos los casos, funcionan como respuesta a la falta de seguridad y a la generación descontrolada de incertidumbre.
Las elecciones holandesas introducen elementos sugerentes:
- La fragmentación política no es nueva, pero obliga a crear culturas de pacto.
- El incremento de la participación no favorece las expresiones populistas de extrema derecha; de tal suerte que, cuando se incrementa la participación, los partidos tradicionales ceden, la realidad política se fragmenta, pero a la vez reorienta el sentido del voto y los valores centrales que alimentan las ideas de bienestar, calidad de vida y confianza institucional son las ganadoras. En general ganan los partidos que exportan mejor el sentido profundo de seguridad y la capacidad de gestionar las incertidumbres, se huye de propuestas extremas porque el riesgo que se está dispuesto a pagar por ellas es limitado.
- El triunfo de Emmanuel Macron, antiguo ministro de economía del gobierno socialista de François Hollande, hombre sin partido político, fuera de los canales tradicionales de las dos grandes fuerzas de la derecha y la izquierda: republicanos y socialistas. De hecho construye en un año un partido singular para sostener su candidatura: La República en Marcha.
- El programa es híbrido, toma elementos del liberalismo y del socialismo liberal para componer un puzle con respuestas políticas que no siguen, o no lo hacen al pie de la letra, la definición que habían hecho las grandes corrientes políticas francesas.
- Los dos partidos bastiones de la V República demuestran que si la derecha tradicional está viviendo la peor crisis de los últimos cincuenta años, el partido socialista está en proceso de implosión que puede llevarle a la irrelevancia.
- El crecimiento de la extrema derecha del Frente Nacional está contenido, limitado a vaivenes con momentos coyunturales en los que crece y parece que amenaza el orden republicano francés, para pasar a continuación a situaciones normalizadas.
- Europa sigue estando en la agenda política francesa como un elemento clave de su identidad política.
Pero, a partir de aquí, la agenda de Macron atiende tres problemas de cuyos resultados dependerá el éxito del mandato:
- Políticas de seguridad social que, por una parte protegen a los más débiles y, por otra, permiten la flexibilidad del mercado laboral y el funcionamiento de una economía dinámica.
- El fomento del sistema industrial que favorezca la innovación tecnológica e impulse el emprendimiento, de modo que los nuevos puedan competir con las empresas establecidas en cualesquiera de los sectores económicos.
- Y mantener los compromisos con la apertura económica, la integración europea y la globalización.
- La edad, el relevo generacional se vive en algunos casos -Gran Bretaña, especialmente- como brecha generacional. La movilización de los jóvenes, cuando se produce, provoca cambios en el sistema político, en la orientación del voto y en las políticas públicas.
- El carácter híbrido de la política. El eje derecha-izquierda no ha desaparecido, pero se ha atemperado y los éxitos políticos dependen, cada vez más, de la capacidad de los líderes para tomar préstamos de las dos grandes tradiciones políticas: liberalismo y socialismo. Los casos de Francia y Holanda demuestran que el hibridismo en política viene para quedarse.
- El éxito político, por precario que sea, se encomienda a la protección de las políticas ligadas al Estado de Bienestar, la calidad de vida y la confianza institucional. Nadie triunfa negando las esencias de la tradición política europea que ha envuelto al menos a las dos últimas generaciones de ciudadanos continentales. Incluso la extrema derecha practica un discurso abiertamente social y de aproximación a los sectores sociales desfavorecidos.
- El éxito político es hijo de la creación de seguridad y de la capacidad creada para gestionar incertidumbres.
- La desigualdad y la ausencia de definición de por dónde debe ir el futuro son problemas de los que ocuparse. El convencimiento popular dice que con los recursos que el Estado administra es posible crear políticas sociales públicas para atender las situaciones precarias y a los sectores sociales desfavorecidos.
- Los mecanismos de la democracia no están para gestar el ideario o la interpretación del presente alrededor de la figura del chivo expiatorio, sean los cupos de inmigración, la seguridad pública, el terrorismo, etc. El mensaje es claro; la democracia puede y debe enfrentar y resolver ese tipo de problemas. Fuera la vida es experimental y más difícil.